Acaba de ser madre por segunda vez aunque se nota cierta
tristeza en sus ojos. Ewere Osawaru Oqbe descansa ahora en
una fría habitación del Centro de Estancia Temporal de
Inmigrantes (CETI) en la que destaca un enorme ramo de
flores regalado tras el parto y una cuna de bebé donde se
amontonan pequeñas camisetas, pantalones y pijamitas. Ha
hecho amigas en el centro y no la dejan sola un segundo, no
siquiera para ir al hospital a verificar que todo está en su
sitio. También están a su lado a la hora de realizar esta
entrevista y, en más de una ocasión, la chica y sus amigas
comienzan a intercambiarse miradas y palabras en alguna
lengua africana antes de responder a las preguntas, con
cautela, como si le diera miedo decir algo que pudiera
perjudicarla a ella, a su familia o, sobre todo, a su
pequeño Luis, el bebé de apenas cinco días que duerme junto
a ella en la cama, ajeno a toda la espectación que ha
creado.
Ewere se acomoda tímidamente en la cama y cuenta que llegó
hace dos semanas a Ceuta en una patera. Esta joven de 27
años procede de Nigeria aunque ha pasado cuatro años en
Marruecos, donde deja a su marido y a otro niño de tres años
y medio aproximadamente. “Mi marido vendrá cuando tenga
dinero” asegura, aunque sabe que tampoco existe una fecha
establecida y pueden pasar años. Por lo que cuenta en un
inglés torpe, su familia tuvo que salir precipitadamente de
su país “porque mi marido tiene problemas con el Gobierno”.
Al ser preguntada por la forma en que llegó a España, lanza
una mirada a una compañera, intercambian unas palabras en su
lenga materna y vuelve a utilizar el inglés para responder:
“Yo estaba embarazada y no quería que mi segundo hijo
naciera en Marruecos, así que una señora se ofreció a
ayudarme, me llevó a la playa y me subió a la patera”,
aunque se apresura a puntualizar que “yo no he pagado nada
por venir”. El resto de la historia es de sobra conocido por
la prensa: la noche del 17 de noviembre, Ewere fue
interceptada por la Guardia Civil en la playa de Benzú junto
a seis pakistaníes y tres compatriotas. El pasado lunes daba
a luz en la enfermería del CETI, siendo la primera vez que
se atiende un parto en las instalaciones.
La inmigrante comenzó con los dolores sobre la 1 de la
madrugada y a las 5 fue llevada a la enfermería. Minutos
después nacía Luis. El nombre se lo debe a su padre.
“Preferí dar a luz aquí que en el hospital” comenta Ewere,
aunque también admite que “el CETI no me gusta, aunque he
hecho amigos y he conocido a buenas personas, quiero salir
de aquí y vivir con mi familia en España”. Un hermano de su
marido vive en algún punto de la Península aunque la chica
es incapaz de recordarlo pero espera que “allí haya un sitio
para nosotros”. En cuanto al futuro de su bebé, Ewere bromea
diciendo que “yo quiero que sea abogado” aunque ha cumplido
su sueño de lograr que su hijo naciera en un lugar libre y
seguro. “Cuando sea mayor quisiera que tuviera la doble
nacionalidad, nigeriana y española, pero que no tenga nada
que ver en Marruecos porque allí lo hemos pasado muy mal”.
En cuanto a la posibilidad de que la inmigrante pudiera
quedarse en España debido a su especial situación, Ewere
asegura que “desde que he dado a luz nadie se ha puesto en
contacto conmigo para informarme de cual es mi situación
ahora”, por eso presiente que su estancia en el CETI se va a
alargar más de lo pensado. Tampoco la ha llamado ninguna
asociación de acogida para hacerse cargo de ella, algo que
la beneficiaría para obtener un permiso de estancia.
Por su parte, el personal médico del CETI teme que el caso
especial de Ewere provoque que las demás inmigrantes
embarazadas que permanecen en el centro quieran dar a luz en
las mismas circunstancias. Según el coordinador de la
enfermería del CETI, Sergio González, “toda la expectación
que ha generado esta chica nos ha dejado un poco
sorprendidos porque es el primer bebé que nace en las
instalaciones pero no el primero que nace en Ceuta después
de que su madre entrara en condiciones irregulares”. Es más,
anteriores a éste, existen una cuarentena de casos de
inmigrantes que han dado a luz en el hospital civil de Ceuta
poco tiempo después de llegar en avanzado estado de
gestación. Sin embargo, el protocolo del CETI es claro: las
embarazadas deben dar aviso al personal en cuanto comiencen
a tener dolores para ser trasladadas al hospital
inmediatamente. “El problema es que las demás ahora ven la
excesiva atención que se le presta a esta mujer y a su bebé,
y piensan que se le está dando un trato de favor, así que
tememos que ahora todas intenten esta misma estrategia para
lograr salir en los medios y eso es muy peligroso” explica
González.
Según el médico del CETI, el peligro está en que “gracias a
Dios todo salió bien pero eso nunca se sabe y un parto puede
complicarse por mil cuestiones”. González trata de imaginar
qué habría pasado “en caso de que el niño hubiera venido de
nalgas o con el cordón umbilical enrollado en el cuello, se
hubiera puesto en peligro la vida de alguno de los dos y si
hubieran muerto habría sido una tragedia”. Para el médico,
la paciente obvió el protocolo de actuación del CETI
“cometiendo una irresponsabilidad aguantando hasta el final
sin avisar”. El equipo médico del CETI se ha prevenido de
todo esto reuniéndose con las ocho embarazadas que
actualmente se encuentran internas en el CETI “para
advertirles que el comportamiento de esta inmigrante no ha
sido el correcto y que ellas no deben volver a hacerlo”. Sin
embargo, todas las preocupaciones de los médicos del
hospital se esfuman al ver a Luis.
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