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OPINIÓN - VIERNES, 7 DE DICIEMBRE DE 2007

 
OPINIÓN

La llamada de Diego Quintero

Por Manuel de la Torre


Una noche del pasado verano, cuando dormía yo mi primer sueño, sonó el teléfono. Era Diego Quintero que quería hablar conmigo. Mi sorpresa fue mayúscula. Pues hacía más de veinte años que ni siquiera se había preocupado de enviarme un saludo por medio de conocidos mutuos. A pesar de que estuvo tres temporadas jugando en equipo entrenado por mí. Y de haberle recomendado, en su día, al Algeciras y a la Agrupación Deportiva Ceuta.

Lo primero que me dijo es que mi número de teléfono lo consiguió por medio de Solano. Quien fuera un extraordinario futbolista. Y que bien pudo haber militado en un conjunto grande de nuestro fútbol. Pero la mala suerte, en forma de lesiones y una vida descontrolada, en ocasiones, le privaron del placer de pasear su calidad por escenarios principales.

Me explicó Quintero que había roto las relaciones técnicas con Sergio Krecic. Porque estaba dispuesto a convertirse ya en primer entrenador. Y me pedía que hiciera todo lo posible para que los directivos de la ADC lo contratasen a él, debido a que días antes Carlos Orúe había decidido marcharse por incompatibilidad con José Enrique Díaz.

La petición del entrenador sevillano me causó extrañeza. Por una sencilla razón: le pregunté si se llevaba bien con el director técnico del equipo. Y me contestó que eran buenos amigos e incluso que solían citarse en Sevilla para ver muchos partidos. Pues bien, si es así como tú me cuentas, la mejor solución para que te contraten es que José Enrique Díaz te avale.

-Ya lo ha hecho –me contestó.

Entonces no entiendo el motivo por el cual yo deba recomendarte a unos directivos con los que no me une ningún lazo de amistad y que ni siquiera suelo hablar con ellos porque no forman parte de mi círculo de conocidos. Es más, te puedo asegurar que si los directivos supieran que yo estoy interesado en tu contratación, no te quepa la menor duda de que harían todo lo posible por boicotearte.

-Me han dicho, Manolo, que a lo mejor si tú se lo propusieras a Juan Vivas...

No creo que sea ese el camino. Entre otras razones porque jamás pido favores a los políticos. Y mucho menos al presidente de la Ciudad. Aun así, te prometo lo siguiente: trataré de localizar a Antonio García Gaona. Persona afable, a la que le tengo afecto, y le transmitiré tus deseos y tus ganas de que te ofrezcan la oportunidad de ser el entrenador.

Quedamos en que me llamaría al día siguiente.

Mientras tanto, traté de localizar a García Gaona. Pero su teléfono portátil estaba fuera de servicio. Me llegué a la agencia de viaje y me dijeron que estaba en un pueblo de la Costa de Sol acompañando a personas mayores. Todas ellas invitadas por el Gobierno de la Ciudad a pasar unos días por tierras malagueñas.

Después de muchos intentos, Antonio se puso al aparato y cuando le hablé de Quintero estuvo a punto de colgarme de manera brusca. Una manera de actuar jamás esperada por mí por parte de quien se distingue por ser persona tan educada como amable y siempre dispuesta a quedar bien cuando se le requiere cualquier favor.

Debió Antonio darse cuenta de su pésimo comportamiento. Porque, inmediatamente, se disculpó diciéndome que lo había cogido cambiándose de ropa para irse a esperar al presidente de la Ciudad que estaba a punto de llegar.

Deprisa y corriendo, por tanto, le puse al tanto de las aspiraciones de Diego Quintero. Del interés que me había dicho tener José Enrique Díaz para que se le contratase. Comentarios que apostillé con lo siguiente: si el director técnico está de acuerdo en el fichaje de este entrenador, me parece que os quita un peso de encima. Luego, y en vista de que Quintero ha sido futbolista del Ceuta, conoce la ciudad y gusta de vivirla, miel sobre hojuelas. Ya que así no tendrá los problemas que han alegado otros técnicos: que no se adaptan a esta tierra y que se aburren y lo pasan muy mal.

Antonio García Gaona quiso saber cuál era mi opinión como técnico. Y le respondí que no tenía la menor idea. Aunque su historial de segundo de Krecic, durante muchas temporadas, es la mejor tarjeta de presentación. Ahora bien, quede claro que yo no sé cómo se desenvuelve en el banquillo. No tengo ni la más remota idea. Así que harías bien en preguntarle a José Enrique Díaz.

Cuando se produjo la segunda llamada de Quintero, le conté todo lo hablado con el directivo adjunto a la presidencia. Y le deseé toda la suerte del mundo. Debido a que el técnico mostraba unos deseos enormes de que la directiva lo eligiera a él. Cierto es, la verdad sea dicha, que estaba entusiasmado ante la posibilidad de verse sentado en el banquillo del Alfonso Murube.

Cumplidos sus deseos. Quintero me llamó una semana después de haber firmado el contrato, para darme las gracias por si acaso mi charla con el directivo había servido para algo... Le respondí que me alegraba de su fichaje y le deseé lo mejor. A partir de ese momento, nos vimos en tres ocasiones. Todas ellas en una cafetería cercana a mi domicilio y donde él solía desayunarse.

Un buen día, sin saber las causas, me crucé con él y miró hacia otra parte. Un desaire que volvió a repetir al día siguiente. Le avisé en el análisis dominical que el Campeonato era largo y complicado. Porque no entendía el porqué de su comportamiento conmigo. Por más que intuyera la causa.

A Diego Quintero, al margen de los últimos resultados, se lo han cargado varias personas. Eso sí, con el beneplácito del director técnico. Quien, semanas antes, había cundido entre los directivos que la plantilla era superior a los conocimientos del entrenador. Que el equipo no sabía jugar al contraataque: que era un conjunto de hombres capacitados para mostrarse en ataque. Toda una opinión desfasada y absurda, en todos los sentidos, que ha vuelto a repetir el mismo día de la destitución de su compañero. Pronto analizaremos las declaraciones del director técnico.
 

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