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OPINIÓN - VIERNES, 7 DE DICIEMBRE DE 2007

 

OPINIÓN / SNIPER

Ceuta, Melilla y las fases de
la reivindicación marroquí

 


José Luis Navazo
jlnavazo@telefonica.net
 

Ayer, mientras España celebraba el aniversario de la Constitución de la concordia llorando al último de sus hijos, Fernando Trapero, asesinado por la banda terrorista ETA, intentaba una vez más penetrar en los entresijos de la nueva fase en la que hemos entrado -no le quepa la menor duda al lector- en las complejas y apasionadas relaciones bilaterales hispano-marroquíes, particularmente en lo que afecta a las ciudades de Ceuta y Melilla, su estatuto dentro de la Carta Magna y -gústele o no a Rabat- su inclusión en el territorio afecto (frontera Schengen) a la Unión Europea, marcando en su momento un nuevo escenario del que nuestros vecinos no parecen ser plenamente conscientes.

A efectos didácticos y en lo referente a ambas ciudades claramente españolas, conforme al Derecho Internacional en vigor, en tierras africanas (no menos que Canarias) podemos distinguir ya cuatro periódos en la evolución de las clásicas reivindicaciones del Reino de Marruecos: el de la “internacionalización”, abierto por Mohamed V y seguido por Hassán II entre 1.956 y 1.973; el de la “bilateralización”, según las tesis de Hassán II que abarcaría desde 1.974 hasta 1.991, marcado por dos acontecimientos: la anexión unilateral en 1.975 mediante la “Marcha Verde” del Sáhara Occidental (actuales “Provincias del Sur” para Rabat pendientes, no obstante, de un proceso de descolonización) y la derrota de las tesis marroquíes sobre Ceuta y Melilla en las Naciones Unidas durante el mismo año; el de la “cooperación”, abierto con la ratificación de la firma del “Tratado de Amistad” promovido por el Presidente Felipe González el 4 de julio de 1.991 (ratificado en 1.993) y que se extendería hasta la muerte del Rey Hassán II; y finalmente el de la “incertidumbre”, presidido por el ascenso al Trono alauí de un soberano joven e inexperto, Mohamed VI, el 23 de julio de 1.999 y que nos introduciría en el presente.

Este periodo conoce notables cambios en la actitud oficial marroquí: por un lado, el decidido impulso personal del soberano alauí para conseguir el desenclave del norte de Marruecos, apostando decididamente por una salida directa al Estrecho de Gibraltar (puerto Tánger-Med, en Oued R´mel) y creando todo un entramado productivo intentando fagocitar, de paso, el oxígeno que representa para la vida económica de Ceuta el flujo de mercancías por la atípica frontera de El Tarajal; por otro el abandono de la política de de las dos pes, “prudencia” y “paciencia”, de su padre Hassán II ( rey por cierto y al contrario que Mohamed VI, no hay más que comparar la asistencia de ceutíes promarroquíes a la asistencia de la B´eia, numerosa en el primer caso y testimonial en el segundo, muy estimado por gran parte de la población musulmana ceutí), abandonada por una aventurera y temeraria conducta plasmada en el intento de ocupación, “manu militari”, del islote de El Perejil el 11 de julio de 2002, optando por una política de fuerza que abrió un nuevo escenario en las reivindicaciones marroquíes precedidas, como ahora, por la retirada del embajador en Madrid. Todo parece indicar que Mohamed VI ha abandonado la política de su padre, vulnerando incluso los acuerdos bilaterales y la Resolución 2625 (XXV) de las Naciones Unidas, abriendo otra dinámica.
 

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