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OPINIÓN - VIERNES, 7 DE DICIEMBRE DE 2007

 

OPINIÓN / EL OASIS

La danza del vientre
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Estábamos en el despacho de Carmen Echarri, conocida entonces por Carmen soponcio, Rafa Montero y yo conversando sobre los improperios que le había dedicado Luis Manuel Aznar en este periódico. De pronto, el editor nos dijo: lo único que no se ha atrevido a decirme es maricón. Porque no lo soy... O sea, que él creía que había salvado su honor por ese detalle. Las demás injurias recibidas las daba ya por buenas. Mi primer pensamiento fue: las tragaderas de este hombre son del grosor de una cañería.

Rafa Montero es un adicto a los bailes orientales. Conocida es su afición a ser invitado a celebraciones donde el fin de fiesta acabe teniendo como número principal la llamada danza del vientre; también conocida cual “belley dance” o bien como ritmo turco. Y cuando ello sucede, no se corta lo más mínimo a la hora de introducirse en el escenario y hacer sus pinitos con contorsiones muy apreciables. Dicen, quienes han presenciado sus actuaciones, que es un aficionado aventajado interpretando ese baile frenético donde las caderas juegan un papel fundamental.

Rafa Montero gusta de contar también, cuando le da por danzar, con un coro dispuesto a jalearle su facilidad de movimiento, su agilidad y sus estéticas contorsiones: ora de vientre; ora de trasero; ya de brazos arribas con juegos de manos y meneos seductores. Hasta conseguir que sus corifeos entren en un trance que les invita a expresarse con soeces comentarios y a gritarle seremos tuyos hasta que tú nos digas basta.

Rafa Montero lleva ya muchos días bailando la danza del vientre, el ritmo turco, o la “belley dance”. Y tiene a su coro trabajando a marcha forzada para hacer que Sánchez Paris regrese al redil y vuelva a ser otro animador de sus finales de fiesta. De lo contrario, tendrá él que pagar sus noches de farras, de luces y colores por sitios tan elegantes como bien podría ser la sala..., la tengo en la punta de la lengua; vaya, que no me acuerdo... Ya, ya; creo que se llama Talismán. Sí, eso es: Talismán.

El coro estaba compuesto, en principio, por Echarri, como directora; Luis Manuel Aznar; Manuel González Bolorino, y Emilio Cózar, de un parecido extraordinario a una tal Pama-Luen. Todo se pega. Como este conjunto viene dando ya muestras de fatiga -debido a que el jefe no cesa de danzar y se ha convertido ya en un obseso de mover las caderas, el vientre, el trasero, las manos, etcétera, ha tenido que incorporar a su cuadro dos nuevos locos por la danza: Uno es Otilio Ridruejo, llamado urgentemente a Melilla para que refuerce las noches locas de la estrella de la Casa. El otro, parece mentira, es Vicente Álvarez.

El primero, que tan bien me cae a mí por sus denuncias acerca de las presuntas corrupciones del presidente de la Federación de Fútbol de Melilla, en compañía de Luis María Aznar, debería, para ganarse el puesto fijo en el coro, echarle huevos a la cosa y pedirle asimismo las cuentas al presidente de la Federación de Fútbol de Ceuta. Ya que el corista tiene licencia para actuar en Melilla y Ceuta.

Del segundo, Vicente Álvarez, recuerdo cuando iba por la redacción haciendo proselitismo del GIL. Pues para él Jesús Fortes estaba ya fuera de lugar. Y, claro, por los servicios prestados a los “gilistas” se ganó su inmortalidad en la rotonda situada en Muelle Cañonero Dato. Todos danzan enfebrecidos.
 

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