Estábamos en el despacho de
Carmen Echarri, conocida entonces por Carmen soponcio,
Rafa Montero y yo conversando sobre los improperios
que le había dedicado Luis Manuel Aznar en este
periódico. De pronto, el editor nos dijo: lo único que no se
ha atrevido a decirme es maricón. Porque no lo soy... O sea,
que él creía que había salvado su honor por ese detalle. Las
demás injurias recibidas las daba ya por buenas. Mi primer
pensamiento fue: las tragaderas de este hombre son del
grosor de una cañería.
Rafa Montero es un adicto a los bailes orientales. Conocida
es su afición a ser invitado a celebraciones donde el fin de
fiesta acabe teniendo como número principal la llamada danza
del vientre; también conocida cual “belley dance” o bien
como ritmo turco. Y cuando ello sucede, no se corta lo más
mínimo a la hora de introducirse en el escenario y hacer sus
pinitos con contorsiones muy apreciables. Dicen, quienes han
presenciado sus actuaciones, que es un aficionado aventajado
interpretando ese baile frenético donde las caderas juegan
un papel fundamental.
Rafa Montero gusta de contar también, cuando le da por
danzar, con un coro dispuesto a jalearle su facilidad de
movimiento, su agilidad y sus estéticas contorsiones: ora de
vientre; ora de trasero; ya de brazos arribas con juegos de
manos y meneos seductores. Hasta conseguir que sus corifeos
entren en un trance que les invita a expresarse con soeces
comentarios y a gritarle seremos tuyos hasta que tú nos
digas basta.
Rafa Montero lleva ya muchos días bailando la danza del
vientre, el ritmo turco, o la “belley dance”. Y tiene a su
coro trabajando a marcha forzada para hacer que Sánchez
Paris regrese al redil y vuelva a ser otro animador de sus
finales de fiesta. De lo contrario, tendrá él que pagar sus
noches de farras, de luces y colores por sitios tan
elegantes como bien podría ser la sala..., la tengo en la
punta de la lengua; vaya, que no me acuerdo... Ya, ya; creo
que se llama Talismán. Sí, eso es: Talismán.
El coro estaba compuesto, en principio, por Echarri, como
directora; Luis Manuel Aznar; Manuel González Bolorino,
y Emilio Cózar, de un parecido extraordinario a una
tal Pama-Luen. Todo se pega. Como este conjunto viene dando
ya muestras de fatiga -debido a que el jefe no cesa de
danzar y se ha convertido ya en un obseso de mover las
caderas, el vientre, el trasero, las manos, etcétera, ha
tenido que incorporar a su cuadro dos nuevos locos por la
danza: Uno es Otilio Ridruejo, llamado urgentemente a
Melilla para que refuerce las noches locas de la estrella de
la Casa. El otro, parece mentira, es Vicente Álvarez.
El primero, que tan bien me cae a mí por sus denuncias
acerca de las presuntas corrupciones del presidente de la
Federación de Fútbol de Melilla, en compañía de Luis
María Aznar, debería, para ganarse el puesto fijo en el
coro, echarle huevos a la cosa y pedirle asimismo las
cuentas al presidente de la Federación de Fútbol de Ceuta.
Ya que el corista tiene licencia para actuar en Melilla y
Ceuta.
Del segundo, Vicente Álvarez, recuerdo cuando iba por
la redacción haciendo proselitismo del GIL. Pues para él
Jesús Fortes estaba ya fuera de lugar. Y, claro, por los
servicios prestados a los “gilistas” se ganó su inmortalidad
en la rotonda situada en Muelle Cañonero Dato. Todos danzan
enfebrecidos.
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