El día 6 de diciembre de 1978
puede ser considerado uno de los días más importantes del
siglo XX.
Ese día se aprobaba en referéndum la Constitución que ponía
en marcha toda la maquinaria política diseñada por el
presidente Adolfo Suárez, maquinaria que había ido
preparando, en una doble actividad, la de desmontar el
franquismo y la de poner las bases para otro tipo de Estado,
más moderno y más a tono con nuestros días.
No fue fácil, ni mucho menos, desmontar el franquismo y por
eso tiene doble valor el que se desmontara desde dentro, por
un hombre que conocía lo que era aquello y que deseaba dar
otro ritmo al propio país.
Estamos partiendo de la idea de que no fue nada fácil llegar
a elaborar la Constitución, tras cuarenta años de un régimen
tan fuerte como había sido el del General Franco, y esas
dificultades, sin embargo, se salvaron gracia al talante, de
verdad, del presidente Suárez y gracias a que todas las
fuerzas democráticas cedieron en sus pretensiones y se pudo
llegar a un verdadero consenso. Fueron, lo he dicho en otras
ocasiones, los años más bonitos de la democracia y fueron
los más bonitos porque, conscientes todos de lo que había
habido y de las perspectivas de futuro, preferían optar por
estas, antes de quedarse con lo de antes, o incluso, antes
de lanzarse rumbo a lo desconocido.
Con estas ideas, sabiendo lo que se quería y las
posibilidades que había, en aquel momento, se elaboró una
Constitución moderna y válida para todos los españoles de
entonces y para todos los de ahora, aunque algunos se
quieran salir de ella.
El peso específico, y eso no debe dudarlo nadie, lo llevó
UCD, el grupo que estaba en el Gobierno y que no siendo un
partido unitario, sino una amalgama de siglas y de ideas,
sin embargo supo aparcar muchas de las diatribas personales,
para sacar adelante algo totalmente positivo.
Y es que en la mente de Adolfo Suárez estaba todo
perfectamente estratificado. En sus primeras
manifestaciones, a principios de julio de 1976 ya “prometió”
y “lo cumplió” ir a las urnas antes de un año.
Efectivamente el 15 de junio de 1977 ya pudimos votar,
algunos como era mi caso, por primera vez a “unos
representantes a Cortes”.
Con unas Cortes legales y legitimadas por las urnas, se
empezó a trabajar en la elaboración de la Constitución que
16 0 17 meses más tarde se aprobó en referéndum y días más
tarde era sancionada por SM el Rey Juan Carlos I.
Días antes del referéndum, algunos, muy pocos, de los que
añoraban lo pasado, se hacían falsas ilusiones de que no
saliera adelante la Constitución, pero al final, con un gran
éxito político, la Constitución había quedado dispuesta para
regir los destinos de este país, desde ese mismo momento.
Ahora tiene ya casi treinta años, pero sigue con la fuerza y
la lozanía de sus primeros momentos, y si bien es cierto que
ha habido y hay quienes han querido “meter mano ya”, para
cambiar algunos puntos no menos cierto es que la cordura
está dominando y la Constitución sigue viva y con la misma
garra que el primer día.
Algunos asuntos relacionados con ciertas autonomías,
empiezan a ser resbaladizos y no son bien digeridos por
algún sector, pero con todo la Constitución sigue vigente y
seguirá muchos años más.
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