Y la líder feminista Clara Campoamor dijo: “Señores
diputados: lejos yo de censurar ni de atacar las
manifestaciones de mi colega, [la diputada
radical-socialista] señorita Kent, comprendo, por el
contrario, la tortura de su espíritu al haberse visto hoy en
trance de negar la capacidad inicial de la mujer. Creo que
por su pensamiento ha debido de pasar, en alguna forma, la
amarga frase de Anatole France cuando nos habla de aquellos
socialistas que, forzados por la necesidad, iban al
Parlamento a legislar contra los suyos”. Otorgar el sufragio
femenino fue uno de los asuntos que provocó vivos debates en
las Cortes Constituyentes de 1931, donde la radical Clara
Campoamor, contra el criterio de sus compañeros de grupo,
temerosos de que la influencia del clero sobre el electorado
femenino otorgase bazas a la derecha, defendió con firmeza
su introducción en la Constitución. El mismo temor
manifestaba la izquierda republicana a través de Kent, quien
solicitó al Pleno que aplazase la medida por una cuestión de
“oportunidad” para la República.
Campoamor, cuyas palabras en el día de la formación de las
Cortes en 1931 serán recordadas hoy por la Asociación
Mujeres Vecinales en el Salón del Trono con motivo del XIXX
aniversario de la Carta Magna de 1978, defendió con tesón su
idea: “Respecto a la serie de afirmaciones que se han hecho
esta tarde contra el voto de la mujer, he de decir”, replicó
Campoamor, “con toda la consideración necesaria, que no
están apoyadas en la realidad. Tomemos al azar algunas de
ellas. ¿Que cuándo las mujeres se han levantado para
protestar de la guerra de Marruecos? Primero: ¿y por qué no
los hombres? Segundo: ¿quién protestó y se levantó en
Zaragoza cuando la guerra de Cuba más que las mujeres?
¿Quién nutrió la manifestación pro responsabilidades del
Ateneo, con motivo del desastre de Annual, más que las
mujeres, que iban en mayor número que los hombres?”.
“Es un problema de ética, de pura ética, reconocer a la
mujer, ser humano, todos sus derechos, porque ya desde
Fitche, en 1796, se ha aceptado, en principio también, el
postulado de que sólo aquel que no considere a la mujer un
ser humano es capaz de afirmar que todos los derechos del
hombre y del ciudadano no deben ser los mismos para la mujer
que para el hombre”, advirtió la diputada a sus compañeros
de Cámara, a quienes preguntó si realmente creían que sólo
les habían votado los hombres. En ese momento, la política
radical recordó que casi 100 años antes, en 1848 y en el
Parlamento francés, un diputado ya se había levantado para
decir que “una Constitución que concede el voto al mendigo,
al doméstico y al analfabeto –que en España existe– no puede
negárselo a la mujer”.
Sexo y ciudadanía
“Otra cosa, además, al varón que ha de votar”, proclamó la
diputada: “No olvidéis que no sois hijos de varón tan sólo,
sino que se reúne en vosotros el producto de los dos sexos.
[...] Un solo argumento: aunque no queráis y si por acaso
admitís la incapacidad femenina, votáis con la mitad de
vuestro ser incapaz. Yo y todas las mujeres a quienes
represento queremos votar con nuestra mitad masculina,
porque no hay degeneración de sexos, porque todos somos
hijos de hombre y mujer y recibimos por igual las dos partes
de nuestro ser, argumento que han desarrollado los biólogos.
Somos producto de dos seres; no hay incapacidad posible de
vosotros a mí, ni de mí a vosotros”.
Para Campoamor “desconocer” su argumentación era negar una
“realidad evidente”. “Yo, señores diputados”, contrapuso,
“me siento ciudadano antes que mujer, y considero que sería
un profundo error político dejar a la mujer al margen de ese
derecho, a la mujer que espera y confía en vosotros; a la
mujer que, como ocurrió con otras fuerzas nuevas en la
revolución francesa, será indiscutiblemente una nueva fuerza
que se incorpora al derecho y no hay sino que empujarla a
que siga su camino. No dejéis a la mujer”, pidió, “que, si
es regresiva, piense que su esperanza estuvo en la
dictadura; no dejéis a la mujer que piense, si es avanzada,
que su esperanza de igualdad está en el comunismo”.
Antes de la correspondiente votación, que la postura de
Campoamor venció por 160 votos contra 121, la diputada
feminista defendió la postura de “mi convicción”. “Ante un
ideal lo defenderé hasta la muerte; pondré, como dije ayer,
la cabeza y el corazón en el platillo de la balanza, de
igual modo Breno colocó su espada, para que se inclinara en
favor del voto de la mujer, y que además sigo pensando, y no
por vanidad, sino por íntima convicción, que nadie como yo
sirve en estos momentos a la República española”.
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