En estos tiempos pre-electorales
es cuando se preparan, como un manantial (según el
diccionario de nuestra lengua “origen y principio de donde
proviene algo”), quienes están dispuestos, por una parte, a
mantener su actual estatus o, por otra, prepararse un
porvenir a través de la política, que bien puede ser
municipal, autonómico o nacional.
Y a propósito de ello, hemos recordado aquella estupenda
película filmada hace cerca de sesenta años, “El Manantial”,
en la que los grandes actores Gary Cooper y Patricia Neal
nos muestran lo que es idealismo y lo que una persona
íntegra (el arquitecto Howard Roak) siente por la defensa de
sus sentimientos y exaltación que le produce el saberse
traicionado por el mundo de los grandes negocios cuando al
recibir el encargo de realizar una obra maestra y construir
el mayor edificio del mundo, luego se le quiere alterar su
proyecto y cómo está dispuesto, para evitarlo, destruir su
obra y enfrentarse a todos a cualquier precio. Y la lucha de
una mujer por conservar su independencia libre de toda
atadura, aun cuando se trate, como sucede en la trama, de la
pérdida del apasionado amor (luego recuperado) con el
protagonista del film. Es una película que recomendados si
desean saber de la firmeza, entrega y persistencia, a cambio
de nada, de quienes aun a riesgo de perder lo más deseado
disputan lo indecible a fin de mantener inalterables sus
ideas profesionales (convertidas en honor) y su concepto de
libertad personal, respectivamente.
¿Cuántos “truenos vestidos de nazarenos”, que diría Antonio
Machado, se encuentran hoy ligados a la política, que han
ido a ella para medrar en busca de mejorar su fortuna o
reputación, sin importarles lo mas mínimo la doctrina de su
partido ni ninguna clase de ideales?. Así tenemos a líderes
que fueron de entidades políticas de ámbito nacional que
continuamente vemos en espacios televisivos, radiofónicos,
en prensa diaria o en revistas semanales (no citaremos
nombres porque nos faltaría plana para poder incluirlos) que
anteriormente pertenecieron a otros partidos políticos,
totalmente opuestos a los idearios que ahora defienden, sin
que se les altere lo más minino el rostro cuando hace poco
tiempo defendían, por ejemplo, la clase social del
proletariado, la revolución nacional-sindicalista, la
conveniencia de un estado laico o el acatamiento a la Ley de
Dios según la doctrina de la Iglesia Católica Apostólica y
Romana. O sea, idearios unos con otros, totalmente opuestos
entre si y que, en su día, promulgaban como la panacea para
la salvación de la patria. Y no digamos de aquellos que se
ha dado por denominar “tránsfugas”. Estos ni siquiera
abandonan el partido que les presentó como candidatos, pero
en cambio mantienen el cargo para el que fueron elegidos por
quienes creían mejor para la nación ésta o aquella otra idea
política en cuya candidatura se encontraban incluidos.
Lo dicho: que vean “El Manantial”, asimilen sus enseñanzas y
sepan que nos queda el consuelo de varias opciones en el
proceso electoral que se celebrará en el mes de marzo
próximo o, si no nos convencen los componentes de las
listas, que también disponemos del voto en blanco (tan
válido como el depositar la papeleta del partido que
deseemos salga elegido), que es otra forma de decir, en vez
de elegir la abstención, que estamos de acuerdo con nuestra
Constitución pero que no nos agrada ninguno de los
candidatos
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