Es evidente el interés del
Gobierno en echar tierra sobre el contencioso con la
Venezuela de Hugo Chávez. Estamos en periodo preelectoral y
nada les molestaría más que se les recordara el fracaso de
la Cumbre Americana. No obstante, hemos observado con
detenimiento el comportamiento de Colombia y de su
presidente, el señor Álvaro Uribe, ante la traición del
presidente venezolano Hugo Chávez quien, bajo excusa de
mediar entre el gobierno colombiano y las FARC, ha intentado
sembrar cizaña entre el Gobierno legal y aquellas para
intentar extender sus tentáculos revolucionarios a uno más
de los países que pretende arrastrar al nuevo paraíso rojo
que se ha inventado.
A diferencia de la actitud de nuestro Gobierno, el
presidente Uribe, no se ha cortado ni se ha amedrentado un
ápice ante las amenazas y los insultos del venezolano y le
ha contestando con la misma moneda, acusándolo de querer
sembrar la discordia en Colombia y de haber actuado
deslealmente con el gobierno que confió en su gestión para
alcanzar un acuerdo con los guerrilleros de las FARC.
Enérgico y contundente el presidente Colombiano, claro como
el agua y valiente. Nos resulta tristemente vergonzante la
comparación con nuestro Ejecutivo, encabezado por el señor
ZP, que ha optado por encogerse sobre sí mismo, como un
caracol cuando se mete en el caparazón, para evitar el
ataque de un enemigo. Es difícil encontrar la más mínima
similitud entre esta cobardía, todo lo diplomática y
conciliadora que se quiera, y la actitud de nuestra Nación
ante retos mucho mayores, frente a los cuales siempre se
había caracterizado por su gallardía y patriotismo. Es
evidente que la sangre que corre por nuestras venas ya no es
la de aquellos gentilhombres, que nos precedieron en el
tiempo, dispuestos a morir antes que dejarse humillar. Lo
cierto es que, visto lo visto, me atrevo a dudar de que, el
comportamiento de ZP y Moratinos, sirva para algo más que
para dejarnos en ridículo ante el resto de naciones, sembrar
la desconfianza hacia nosotros de la UE y servir de pitorreo
en los EEUU que nos podrían recordar, con toda la razón, que
no hemos sabido escoger las amistades que mejor nos hubieran
convenido.
Aparte de dejar al Rey, impulsivo, pero efectivo y oportuno
en su enfrentamiento con Hugo Chávez, abandonado al mayor
aislamiento institucional, como si se apartaran de él para
conseguir establecer una separación entre la conducta del
Jefe del Estado y la del Gobierno socialista, que les
permitiera excusarse con el Gorila venezolano, atribuyendo a
S.M. toda la responsabilidad del hecho y pidiéndole perdón
por la “imprudencia” cometida por el Rey.
La actitud meliflua de Moratinos, su pasividad intencionada
y sus intentos solapados de procurar apaciguar al provocador
Chávez; no han hecho otra cosa que enfriar los ánimos
enardecidos de los españoles a favor del Rey, desautorizarlo
y degradarlo ante el mundo y la ciudadanía.¡Estos son,
señores, quienes nos gobiernan y los que no han dudado un
instante, cuando se ha tratado de negociar con ETA y con los
nacionalistas catalanes, dispuestos a entregarles nuestra
nación, a pedazos!
Las empresas que decidieron invertir en las repúblicas
falsamente “democráticas” del continente americano, van a
tener que transigir con las imposiciones draconianas de este
nuevo liberador, si quieren tener posibilidades de
permanecer en el país y aceptar aquel régimen, tipo
soviético, del mismo modelo del que fracasó en toda la
Europa del este y que sigue fracasando en todos los países
de la tierra que lo “disfrutan”.
No puedo decir que tenga la misma preocupación que aparentan
tener los socialistas por ellas. La actuación de la
Confebask y del Fomento del Trabajo de Barcelona, su tibieza
ante el terrorismo; su servilidad ante los gobiernos de
izquierdas y su egoísmo especulativo, las acreditan como
capaces de defenderse por sí mismas.
Pero resulta intolerable no se haya llamado a nuestro
embajador a consultas, aunque sólo fuera para salvar la cara
ante el resto de países de la UE que nos miran de reojo. ¡No
nos queda vergüenza!
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