Chuia, chuia. Inch´Alá”. Hombre,
no es lo mismo que “ad calendas griegas” pero en la jerga
propia de mis amigos y vecinos puede significar cualquier
cosa: la semana entrante o para el año que viene. Mientras
medios como el portal en español “Marruecos Digital”,
patrocinado por el Ministerio de Cultura “del Gobierno de
España”, naturalmente, advierten en su edición del vienes 30
que “La repentina crisis hispano-marroquí provocada tras la
visita de los Reyes de España a las ciudades de Ceuta y
Melilla se ha ido apagando conforme pasan los días”, brindis
al sol con la mejor de las intenciones inducido, creo yo,
por la servidumbre debida (quien paga la orquesta toca la
música), la realidad aunque maquillada no parece caminar en
esa optimista dirección.
El desenlace del reciente desencuentro (y menos mal que de
creer, en un mero acto de fe, al Presidente Zapatero la
previsible reacción de Marruecos estaría pactada) pasará,
quizás de forma paralela a la vuelta de Omar Azzimán a
Madrid cuando Rabat lo considere oportuno, por dos vías:
primero la pecuniaria, España debe “compensar” de alguna
forma la “afrenta” y eso va a costar pasta gansa; bastante;
y después lavar el honor marroquí presuntamente mancillado.
¿Tendrá ello algo que ver con las maquinaciones del senador
(y presunto maltratador) Yhaya Yhaya incitando a “todas las
fuerzas nacionales a la defensa de la liberación de Ceuta y
Melilla y las otras islas del territorio de Marruecos”, al
convocar una expedición “pacífica” (sic) sobre el islote
Perejil para la mañana del próximo lunes 10 de diciembre?
(¿por qué esa fecha y no en fin de semana?). Otro detalle:
el senador Yhaya (para más vergüenza presidente de la
Comisión de Amistad de los Senados de España y Marruecos)
convoca en su comunicado a los ciudadanos musulmanes
“residentes en las ciudades ocupadas de Ceuta y Melilla”,
pretendiendo involucrarlos en su provocadora acción. Por su
parte el ministro de Defensa, José Antonio Alonso, modula la
respuesta: “Dependiendo de cómo evolucionen los
acontecimientos, ajustaremos nuestra respuesta”. Ya.
¿Y qué dice a todo esto el Gobierno marroquí?. Pues nadar y
guardar la ropa. Ducho y fogueado en la “diplomacia
paralela”, cuyos métodos he tenido ocasión de comentar en
los últimos años, aparenta mirar hacia otro lado apoyando,
cómo no, “el derecho a expresar su posición del senador
Yhaya”, en recientes palabras del ministro de Comunicación y
portavoz del Ejecutivo Jalid Naciri, “un ciudadano, un
patriota que disfruta de las libertades y los derechos
democráticos de los que disfrutan todos los ciudadanos”. De
llevarse a cabo la acción, la flotilla “invasora” partiría
de un puerto cercano (¿los muelles de Alkaserseguer o quizás
el cercano superpuerto Tánger-Mediterráneo, en Oued R´mel,
que daría más bombo y tronío al asunto?) para ir a plantar
la bandera marroquí en las rocas de la isla. Sería un
notable gesto de consumo interno y una eficaz forma,
conociendo la psicología marroquí, de lavar simbólicamente
la afrenta, motivo más que suficiente según análisis
políticamente correctos para permitir a Rabat salvar la
cara. La carta tapada sobre el Sáhara se la abro en otro
momento.
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