Ayer nevó en Málaga la cantaora,
justo al morir la hora violeta, cuando estallaron las
guirnaldas de luces navideñas, ante un ¡Ooohhhh! colectivo,
maravillado, emotivo, encantado. Al que me uní, porque la
gente de barriada como servidora, que es paleña fetén y
devota, entre otras, de la Estrella de los Mares, la gente
de barrio profundo, se encandila con la belleza. Y la
agradece. Porque es muy “como Dios manda” y ya saben que
siempre repito que será que, el buen Dios, manda en todo lo
bueno y lo bello del universo y también en los instantes
pequeños y hermosos. De arrebato estético, de emoción
profunda ante los villancicos, el cante de nuestra tierra,
el latir de nuestras raíces al son de la zambomba, la
bandurria, la pandereta y los cascabeles. El Ayuntamiento se
ha vuelto a lucir y a exceder y lo digo como halago, como
piropo, porque, cuando la belleza es excesiva alcanza el
grado de sublime, bello y sublime es la definición clásica
del concepto “arte”.
Estallido de luz y nieve artificial tiñendo de blanco el
paisaje urbano. ¡Una emoción! ¿Qué si lloré? Por supuesto,
yo tengo “lo mío” y soy la Llorona Mayor del Reino, de lo
que presumo, lo que demuestra que seré una zarrapastrosa,
pero no una tarada emocional. ¿Qué que es “lo mío”? Bueno,
entre otras patologías indefinibles, padezco el genuino
Síndrome de Sthendal, ya saben, el que atacó de manera
fulminante al escritor cuando vacacionaba en Florencia y
entró en uno de sus palacios. El hombre se puso a morir.
Porque, demasiada luz, deslumbra.
Y una overdose, un chute en vena, un atracón de hermosura en
estado puro provoca auténticos jamacucos, los pelos se ponen
como escarpias (y eso, a nivel ingle es un problema para la
integridad física) dan temblores ante el árbol monumental
brillando como un ascua de oro, se moquea por los cantos
llenos de paz y alegría. Porque “sentimos” que “eso” que
estamos viviendo es la piel de nuestra tierra, la piel de
Occidente, de esta cultura nuestras esplendorosa de raíces
judeocristianas que ha parido vacunas, electricidad,
Internet, astronautas, antibióticos, pantalones vaqueros, el
teléfono móvil, los Derechos Humanos y todo cuanto bueno y
fulgurante hay en el mundo. Entre otras cosas la Navidad.
¿Por qué parecen enfurecidos? Nada les debo y cuando les he
pedido que me avalen un crédito se han negado rotundamente.
¿Qué los concejales comunistas de Huelva quieren prohibir la
Navidad y sustituirla por una especie de celebración atea de
invierno, pobre, fea, triste y aburrida e idéntica a su
ideología de mierda? ¡Pobres piojosillos! ¡Revoltosas
ladillas de la entrepierna de la momia del padrecito Stalin!
¡Ale, ale, rojillos, si no os gustan las Navidades os
alargáis al archipiélago Gulag o a algún buen ex campo de
concentración de los vuestros en Siberia y os emocionáis un
poco con el recuerdo de los presos! ¿Por qué regruñen? ¿Qué
Rusia es un país profundamente cristiano, con unas
maravillosas tradiciones navideñas y que tira la casa por la
ventana a la hora de celebrar sus fiestas? Bueno, vale,
reductos ateos quedan pocos, si un caso los míseros de Corea
del Norte, con su marxismo mamarrachil, el camarada Fidel
que permanece semifosilizado y creo que nadie más. Quitando,
lógicamente, a los eufemísticos “laicos”.
En la Audiencia Provincial de Málaga tengo la apelación que
interpuse contra la directora de un colegio de Mijas que
tiró un Belén a la basura. El 24 de diciembre, cumpleaños
del Niño Dios del pasado año le puse la denuncia en el
Juzgado de Guardia por delito contra los sentimientos
religiosos.
¿Ustedes se figuran que, si en lugar de montar los niños un
Belén hubieran puesto un Sagrado libro del Corán? ¿Se
imaginan que, la directora atea iba a tener los cojones de
tirarlo a la basura?
Se le hubiera echado encima el Islam en pleno. Pero, yo,
como cristiana no se lanzar fatwas, así que la denuncié,
como regalo al Niño Chiquito, porque cumplía años y los
padres católicos se unieron a la denuncia y los maestros
católicos también. Nieva en Málaga ¡Ay, del Chiquirritín…”
Late la Navidad.
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