Se nuevo ETA ha logrado matar. Lo
ha hecho en Francia y en su cobarde acción se ha llevado por
delante a un Guardia Civil además de herir de gravedad a un
segundo agente del Benemérito cuerpo.
Otra vez ETA, la maldita ETA que se encontraba casi hundida
tras el gobierno Aznar y que con Zapatero empieza a renacer
después de que los ‘hijos’ De Juana Chaos hayan logrado
asirse con fuerza al flotador del estúpido talante lanzado
por el gobierno de España hacia quienes no merecían ni un
sólo gesto distinto del combate con todas las armas legales
contra el terrorismo. Con la Ley de partidos destrozada por
este Gobierno, llegó un momento en que las bases de la
izquierda abertzale, las bases de Batasuna notaron la fuerte
presión. A pesar de que Otegui iba sacando pecho, los
propios barones le reclamaban que no tenían un lugar donde
reunirse, no tenían representación en los municipios y
tampoco parlamentaria, no tenían dinero y las bases se les
descohesionaban. Es decir, la política global antiterrorista
concebida por el PP fue muy perjudicial para ellos tanto
socialmente, como operativamente. El talante en política
está bien, pero en política. Cuando se habla de combate
contra el terrorismo, la aplicación del talante como síntoma
de debilidad, ha traído la T-4, la vuelta al impuesto
revolucionario en el País Vasco y ha servido para permitir
que tanto ANV y el Partido Comunista de las Tierras Vascas
sustituyan a la políticamente herida Batasuna. Es decir,
para permitir que ETA volviera a las instituciones públicas
de la que nutrirse social y económicamente. Hay que volver a
retomar los espíritus y la fortaleza con la que se acogotó a
ETA y, sobre todo, empeñémonos en lograr la reforma
electoral para que el extremismo nacionalista, absolutamente
minoritario, no pueda -como ahora- ‘chantajear’ al Gobierno
de turno desde su injusta proporción de representatividad a
nivel nacional. Es impensable, a estas alturas, que un
partido respaldado por 200.000 votos imponga su criterio a
40 millones de españoles.
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