Nada tengo contra el pueblo de
Irán, bien al contrario; inteligentes e industriosos, los
iraníes supieron en varios momentos de su milenaria historia
aupar la cultura persa a brillantes cotas de esplendor. Pero
tras el advenimiento del sátrapa y tirano “clérigo” Jomeini,
en 1979, la sociedad iraní presa de las limitaciones islamo-fascistas
de un régimen criminal (que bendecía en la 1ª Guerra del
Golfo, contra Irak, la matanza de niños inocentes con tal de
proteger a los soldados de la revolución, los fanatizados “pasdarán”)
fue hundiéndose progresivamente en un abismo de oscuridad
mientras la dictadura de los “ayatolláhs” intentaba, no sin
éxito, exportar la revolución islámica recurriendo incluso a
métodos terroristas en el mismo corazón de Europa, en
Alemania mismo. Mientras Occidente amaga un fiasco militar
en Afganistán (el “ejemplo” dado por las fuerzas militares
españolas es paradigmático) que de llegar a producirse
podría generar un “efecto dominó” de incalculables
consecuencias, el régimen dictatorial de Teherán sigue
rugiendo amenazante, inmiscuyéndose por intereses propios en
Oriente Medio (sosteniendo a la organización filoterrorista
de “Hezboláh”, con la que experimenta nuevas armas) y
manipulando el avispero irakí, impidiendo una solución
interna pactada. La República Islámica de Irán tiene claro
que empantanando al “US. Army” en la región, dificultando
una proyección de fuerza sobre sí misma, gana un precioso
tiempo que le permite continuar armándose hasta los dientes
y, sobre todo, desarrollar una tecnología nuclear con la que
podría acceder a un armamento atómico con el que
posicionarse, aun más, como una potencia transregional
claramente amenazante para sus vecinos. Iniciada esta
década, el régimen de los “ayatolláhs” no ha parado de
implementar una escalada militar claramente ofensiva,
desarrollando un armamento balístico con tecnología propia
capaz de alcanzar perfectamente, al día de hoy, el odiado
Estado de Israel -al que ha amenazado sistemáticamente con
“borrar del mapa” (sic)- e incluso el sur de Europa: si en
el 2005 Teherán ya presumía del misil “Chahab” (Cometa), a
finales de marzo de 2006 y después de los ejercicios navales
“Profeta Sagrado” la Guardia Revolucionaria anunciaba la
exitosa prueba del misil “Fajr-3” (Victoria), capaz de
cargar ojivas múltiples y de volar hasta Israel; en el
desfile militar de septiembre pasado el ejército iraní
mostraba el misil “Gadr” (Poder), de 1800 kms. de alcance y
finalmente, hace escasos días, el ministro de Defensa
Mustafá Mohamed Najar presentaba, exultante, el misil
“Ashura” con el que la República Islámica de Irán podría
batir blancos situados a 2000 kms. de distancia. Sugiero al
lector que busque un mapa y proyecte, con los procedimientos
al uso, el alcance de la nueva arma de los “ayatolláhs”, por
no hablar del uso del terrorismo sistemático contra enemigos
declarados, como Occidente en su conjunto, a los que no
podría derrotar ni por asomo en un enfrentamiento bélico
clásico. Tampoco debemos obviar otro escenario, el de las
alianzas, hábilmente atizado por Teherán: desde el apoyo del
venezolano Hugo Chávez al “paraguas” político-estratégico
chino, país con el que Irán ha firmado un compromiso de
suministro petrolero, por no hablar de su valor en alza
dentro del conjunto más radical insurgente de la “Umma”, la
comunidad islámica.
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