Francisco Márquez,
consejero de Hacienda, a pesar de haber pertenecido al GIL,
tiene la suerte de que cuenta con el apoyo indiscutible del
presidente de la Ciudad. Y es así, en principio, porque a
éste le agrada sobremanera que las personas más cercanas a
él tengan cierta prestancia, presencia. Y FM cumple,
sobradamente, con los requisitos estéticos del gusto de
quien más manda en esta ciudad.
De Francisco Márquez dicen que es persona muy preparada y
que está en posesión de títulos que avalan sus
conocimientos. También destacan su buen estilo, sus maneras
desenvueltas, y un gusto exquisito cuando se trata de
aconsejar a quienes recurren a él para preguntarle sobre
cómo casar prendas y adminículos.
Francisco Márquez, a la chita callando, parece ser que se ha
convertido, salvando las distancias, en una especie de
Tomás Terry. Todo un especialista en darle finura y
galanura a cualquier acontecimiento. Y por más que cumpla
años, siempre destaca pimpante en cualquier sitio y aunque
esté rodeado de gentes.
De Francisco Márquez, consejero de Hacienda, a pesar de
haber pertenecido al GIL, lo que no me han dicho es qué tal
anda de verbosidad persuasiva; gracia en el hablar: o sea,
labia. Pero tengo la absoluta certeza de que hablará de modo
que podría embaucar al mismísimo Juan Luis Aróstegui
si se lo propusiera. Y, si me apuran, cambiarlo de la noche
a la mañana en muchos aspectos. Porque vistiendo, la verdad
sea dicha, el de Comisiones Obreras necesita una ayuda
urgente.
Francisco Márquez, a raíz precisamente de los ataques
padecidos por Aróstegui -ora con que el consejero de
Hacienda favorece a su hermano en no sé qué cosas; ora con
que ha viajado a Bruselas como una criatura desatinada-, ha
puesto sus ojos en Mohamed Alí y se lo ha ganado para
su causa: que no es otra que éste participe en la aprobación
de los presupuestos de la Ciudad. Todo un milagro. Por
supuesto que sí.
A Francisco Márquez habría que preguntarle, al menos yo
tengo muchas ganas de hacerlo, qué métodos ha empleado para
que el líder de la UDCE-IU se haya dejado fotografiar
incluso riéndole una gracia a Juan Vivas. Cuando hasta hace
nada veía al presidente de la Ciudad como a un ser
mefistofélico y a los populares como personas afectas a un
plan diabólico contra los más necesitados. Sí, ya sé que
Francisco Márquez, que algo aprendería de sus compañeros del
GIL, me diría que hablando se entiende la gente. Y que
Mohamed Alí estaba muy necesitado de afecto. Y que a él le
ha correspondido darle ese calor humano del cual estaba tan
escaso.
La jugada de Francisco Márquez, aceptando las tres
peticiones de Mohamed Alí para que dé el sí a los
presupuestos, tiene un mayor alcance. Encierra la promesa de
apartar a Mustafa Mizzian de cualquier cargo en las
barriadas periféricas. Porque ese destino le ofrecería a
éste la oportunidad de ganarse la voluntad de muchos
votantes. Y, claro, sería más que posible el resurgir del
PDSC.
Con este pacto, concebido por Vivas y llevado a cabo por el
estilista FM, entre el Gobierno y la UDCE-IU, el que pierde
es Mizzian. Y el que gana es Mohamed Alí. Que al fin toca
materia, de la buena, y puede presentarse ante los suyos con
logros útiles y no con el cuento de la lechera. Francisco
Márquez brindará a su aire. Menuda fiesta se va a pegar el
consejero de Hacienda.
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