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OPINIÓN - VIERNES, 30 DE NOVIEMBRE DE 2007

 
OPINIÓN / LAS NOTAS DEL QUIM

Jordi Pujol

Por Quim Sarriá


Para empezar, tal vez os pueda chocar, estimados lectores, que escriba un tema que no concierne a Ceuta pero que para mí, ceutí y caballa desde siempre y para siempre, significa una humilde demostración de gratitud por haber llegado a donde he llegado tras cuarenta y tres años viviendo en Catalunya. Será la única y última vez que escribo sobre este tema concreto.

Eran las nonas cuando del campanario de la Iglesia de Sant Boi salieron los sonidos de la inmensa campana llamando a misa a los lugareños. Abajo en la explanada un gentío esperaba expectante el inicio de una ceremonia que había estado prohibida durante cuarenta años: el homenaje a Rafael Casanova i Comes (Moià, 1660 – Sant Boi de Llobregat 1743), considerado como referente de la catalanidad de la región. Casanova era abogado y consejero en jefe de Barcelona y representaba el liderazgo de los austricistas españoles, favorables al archiduque Carlos que fue nombrado conde de Barcelona y posteriormente rey de España con el nombre de Carlos III, durante la Guerra de Sucesión Española contra Felipe V.

Se celebraba en realidad la derrota de los carlistas ante los borbones (1714) pero matizándola como un acto heroico de la lucha de aquellos tiempos. Era el 11 de septiembre de 1979 y se acababa de instaurar, por Ley del Parlamento catalán, la bandera oficial de Catalunya. Ese fue el primer día que entablé conversaciones con quién, en las elecciones de 1980, sería el 126º Presidente de la Generalitat de Catalunya, Jordi Pujol i Soley (Barcelona, 1930) y el inicio de numerosos contactos además de una amistad relativa. Fue un contacto, con el fundador de Convergencia Democrática de Catalunya (CDC, 1974), fructífero para mí, entonces nula, experiencia en el mundo de la política y en el apartado socio-cultural aupándome hasta límites que no sospechaba por entonces.

Con quién más ingenié, durante la época de presidencia de Jordi Pujol, fue con su esposa, Marta Ferrusola, y con el “Conseller” de Bienestar Social, Antoni Comas, que me ayudó sobremanera a desenvolverme en el cerrado circuito de la sociedad burguesa catalana de entonces. De todos los miembros del “Govern” catalán destaco, con mucho, a Felip Puig i Godes (Barcelona, 1958), ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, gran amigo mío e inmenso colaborador en cuantos proyectos asociativos he participado, sobretodo me ayudó sobremanera en el plano profesional.

Jordi Pujol -de orientación nacionalista catalana liberal, padeció torturas durante su estancia en la prisión de Girona durante dos años y medio, detenido en 1960 por sus protestas contra el régimen franquista y acusado de organizar la campaña de la oposición- supo tener la paciencia necesaria para escuchar a quienes se dirigían a él y conmigo derrochó esa paciencia a montones. Siempre me trató exquisitamente y a trravés de mis relaciones con él me gané muchos amigos de la política catalana de los que destaco Pere Baltà, diputado en el Congreso y gran colaborador cuando yo presidía una Federación nacional deportiva en Madrid, y sobretodo a Ramona Duch i Remacha, por entonces presidenta del CDC en El Prat de Llobregat, merced a cuya colaboración un colectivo de minusválidos sensoriales tienen sus derechos restablecidos con todas las de la Ley.

Esta amistad con los políticos de derechas no fue óbice para que la tuviera con los políticos de la izquierda. De hecho, uno de mis mejores amigos es Lluís Tejedor i Ballesteros (El Prat de Llobregat, 1948), antiguo dirigente del Partido Socialista Unificado de Catalunya (PSUC) y ahora de ICV, alcalde de la ciudad donde viví muchos años, El Prat de Llobregat, y cuya amistad data de 1980.

Jordi Pujol i Soley se retiró en 2003 pero para mí sigue siendo un referente de amistad y como un magnífico maestro sobre temas políticos. Fue el presidente que más duró al frente de la Generalitat y todo un triunfador en las elecciones de 1984, 1988, 1992, 1995 y 1999. Mi agradecimiento.
 

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