En lo que se recoge del pasado curso escolar, en tres
lugares de nuestro país, se han condenado a unas familias
por consentir que sus hijos faltaran al colegio. Las
condenas, en los tres casos, oscilan entre 3-6 meses de
cárcel.
En el primero de los casos, Santander, se le ha aplicado a
la familia realizar trabajos en beneficio de la comunidad
cinco horas al día, durante tres meses, y pagar las costas
de juicio. En esto se traduce la condena tres meses de
cárcel que el Juzgado ha impuesto a los padres de tres
niños, por permitir que estos se ausentaron del Colegio “sin
ninguna excusa válida”. Sólo pudieron “justificar” la falta
a clase de una hija mayor porque “tenía que cuidar a un
hermano pequeño”. Los dos hermanos restantes faltaron un 80%
de las clases. La magistrada consideró que los padres
cometieron un delito de abandono de familia, al impedir la
educación de los tres hijos en edad de escolarización
obligatoria, “sin ninguna justificación, según recogía el
fallo judicial”.
El segundo caso se produjo en Córdoba, y el Ministerio
Público solicitó una pena de cuatro meses de cárcel para
cada uno de los padres de una menor por no mandar a su hija
al colegio, e incluso por no haberla inscrito en ningún
centro, a pesar de que la niña no superaba la edad
estipulada de escolarización obligatoria. En su escrito de
acusación, el Fiscal apunta a que la pareja es responsable
de “un delito de abandono de menores en relación con el
deber de educar y proporcionar una formación integral, in
situ en la patria potestad”. En su último escrito de
acusación, el Fiscal explica que los padres de la menor
“adoptaron una actitud de total pasividad y despreocupación
resultando infructuosas cuantas gestiones se realizaron
desde diferentes instancias con competencias educativas y
Sociales”.
El tercer caso se registró en el pueblo de Bujalance
(Córdoba), donde el Fiscal solicitó la pena de seis meses de
prisión para un matrimonio acusado de un presunto delito de
abandono de menores por no llevar a sus cuatros hijos al
colegio. La Fiscalía pretendió con esta actitud “perseguir a
los padres que no cumplen sus funciones que, legalmente son
más que proporcionales una alimentación a los mismos”.
Conviene tener en cuenta que antes de llegar a la imputación
penal de los padres, se intenta actuar a distintos niveles
para solucionar el problema. Los primeros en actuar son los
centros educativos que, cuando no consiguen solventar la
situación, tramitan el caso a los equipos técnicos de
absentismo, organismos que pertenecen a la Delegación de
Educación. Al mismo tiempo intervienen también los
organismos de los Servicios Sociales.
En síntesis, estos son los casos que la prensa ha dado mayor
publicidad, pero, en realidad, son muchos más, por ejemplo:
el curso pasado, en Córdoba, se dieron más de diez casos, de
los que algunos de ellos fueron archivados; en Cádiz, veinte
familias fueron castigados porque consentían el absentismo
escolar grave de sus hijos.
El colectivo más afectado por el absentismo escolar es de la
etnia gitana, pues el 52% de las faltas habituales está
protagonizado por gitanos. Pero a nuestra escuela se le
presenta nuevos retos, ante más 600.000 alumnos extranjeros
en niveles no universitarios representando esta
circunstancia un auténtico desafío, que se debe velar por la
integración sin devaluar la calidad.
En gran parte de los centros son mayoría. En cantidades
absolutas la Comunidad de Madrid y Cataluña encabezan la
lista de población escolar inmigrante, con más de 100.000.
Por sus dimensiones la red pública acoge un mayor número de
inmigrantes, incrementándose los colegios concertados. Se
dice, por parte de la Administración, que lo primero que
debemos hacer con estos alumnos y sus familias es
mentalizarlas de que tienen los mismos derechos y las mismas
obligaciones que los españoles.
Con esta situación es probable que el absentismo escolar
aumente, y que no se pueda controlar. Un alto cargo del
Ministerio comenta: “En la ESO, las dificultades son mayores
y hay que hacer un esfuerzo para los alumnos inmigrantes,
que son nuestra sociedad, se sientan a gusto y no acudan a
clase, ante la llamada de las bandas que se mueven por los
aledaños de los institutos”.
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