Ser delegado del Gobierno no es
tarea fácil. Ni mucho menos. En ningún sitio. Serlo en Ceuta
es un calvario. Lo ha sido siempre. Y es así desde que el
último subdelegado, Fernando Marín López, puso el
grito en el cielo antes de entregar sus poderes al primer
delegado de la democracia: Manuel Peláez.
Hizo Marín López unas declaraciones explosivas a Paco
Amores. Las cuales causaron el revuelo consiguiente en
una ciudad de la que él salió convencido de que aquí todo el
mundo quería imponer su voluntad, aunque fuera a costa de
transgredir las leyes. Se fue el hombre echando pestes de
empresarios modestos; de empresarios ricos; de políticos y
también de muchos funcionarios que no le habían facilitado
la labor. Y remató la faena poniendo como chupa de dómine al
alcalde de turno. Aquel subdelegado del Gobierno sentenció:
“En Ceuta no se puede aplicar la ley a rajatabla. Tampoco es
que se viva al margen de ella, pero aquí hay que seguir
haciendo la vida que se hizo siempre: Si se combate la
costumbre..., surgen los roces”.
He contado varias veces lo ya reseñado sin temor a que se me
tachara de redoblar el tambor. Y vuelvo a insistir porque
creo que las declaraciones de FML continúan teniendo
vigencia. Y mucho más en los momentos que se están viviendo
a cuenta de los problemas que no cesan de surgir en el
puente del Biuthz.
Problemas que fueron encarados en la reunión celebrada en la
Cámara de Comercio, el pasado 19, y en la que he leído que
Jenaro García-Arreciado sacó a relucir su fuerte
carácter. Y no dudó en reprochar conductas relacionadas con
cuantos no han puesto de su parte nada para ayudarle a
combatir la anarquía existente en un polígono convertido en
un espacio de tercermundismo puro.
Los comentarios, a la salida de la reunión, fueron dos: uno
estaba centrado en cómo se había expresado el delegado del
Gobierno. Con esa vehemencia característica en él. Y otro,
el tono moderado exhibido por Juan Vivas. También
marca de la casa. Ambas actuaciones han sido analizadas. De
modo que por ser distintas otorgan un mejor comportamiento y
un mejor saber estar al presidente de la Ciudad. Con lo que
no estoy de acuerdo.
Y no lo estoy por una razón muy sencilla: en principio por
algo que no deja de ser una perogrullada: no hay dos
personas iguales. Y luego, porque la situación del delegado
de Gobierno, en relación con Marruecos, es mucho más
complicada que la del presidente. De modo que bien podrían
ambos, como han hecho ante otras situaciones comprometidas,
ayudarse mutuamente sin montar espectáculos al estilo del
estrenado en la Cámara de Comercio. Por más que estén
metidos de hoz y coz en la rueda de los intereses
electorales.
Uno entiende que García-Arreciado se muestre en ocasiones
irritado. Y dispuesto a defenderse con uñas y dientes de
todas las acusaciones que le endilgan. Porque se ve falto de
afecto. Mientras observa que el presidente de la Ciudad goza
del favor casi general, incluso cuando yerra. No entiendo,
sin embargo, lo que dijo con cierta ira: “Estoy harto de que
los medios de comunicación me traten como el responsable de
lo que sucede en el Biuthz”. En este medio, estimado
delegado, se le ha tratado siempre con la mayor deferencia
posible. Y qué decir con respecto a quien suscribe.
|