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economía - JUEVES, 29 DE NOVIEMBRE DE 2007


empleados de ropa usada. m.z..

comercio
 

El gremio de la ropa usada
del Tarajal pide a la Ciudad
que no le discrimine

El colectivo, que aglutina a
cerca de 40empresarios, advierte de que los nuevos controles les están llevando
“al borde la ruina”
 

CEUTA
Gonzalo Testa

local
@elpueblodeceuta.com

El gremio de empresarios dedicados a la compra-venta de ropa reciclada en el Tarajal suscribió ayer un comunicado público en el que se reservan la adopción de acciones “civiles y penales” contra la Ciudad si esta persiste en los controles que realiza desde hace una semana en el Almacén municipal sólo sobre sus bultos.

Hay oficios con glamour hasta en el nombre: uno puede ser diseñador, por poner un ejemplo, y ser un auténtico gandul, pero si se carga con el apellido de ropavejero la cosa puede cambiar sin una razón fundada. Según el diccionario este oficio consiste en “vender, con tienda o sin ella, ropas y vestidos viejos”, pero en el subconsciente colectivo existe una ‘mancha’ semántica de imposible justificación.

Los ropavejeros del Tarajal, el gremio de entre 30 y 40 comerciantes que se dedican a la importación de ropa usada (“reciclada”, matizan) desde Centroeuropa para su venta en los polígonos de la frontera, tienen la sensación de que no se les trata como empresarios, sino “casi como delincuentes”.

Y todo ello a pesar de que su contribución a la Hacienda Pública en forma de IPSI y otros impuestos no es desdeñable: a más de 5.000 euros de venta diaria, más de un millón de euros en el primer caso y “entre 4 y 5” en el segundo, según sus propios cálculos. Eso sin contar los 35.000 euros que, mensualmente, reposta uno solo de los transportistas que les surten desde Holanda, Francia, Alemania o Bélgica.

“Se nos está tratando como delincuentes en un agravio comparativo inaceptable con otros sectores de los propios polígonos”, denuncia el portavoz del gremio, Francisco Sánchez, en un tono bastante más bajo del que, a su alrededor, utilizan muchos de sus compañeros de oficio.

¿Por qué? Pues según su propia versión porque el 19 de noviembre, en la macro-reunión en la Cámara de Comercio a la que asistieron todos los que son en el asunto de los polígonos (a Sánchez, que lo pidió, no se le permitió entrar) “se pactó que los camiones irían escoltados por la Policía Local hasta los polígonos y allí se harían todos los controles pertinentes”.

Eso es lo que ellos creían, según dicen, hasta que la Ciudad decidió desviar a sus suministradores hasta el Almacén municipal del puerto, donde una por una abren todas sus ‘balas’ (bultos) para ver su contenido. La miga del tema es que, a dos minutos por ‘bala’ (cada una de las cuales pesa prensada unos 55 kilogramos) cada camión, cargado con 400 ó 500 paquetes, tarda en revisarse hasta 3 días.

La cuenta es sencilla: además de pagar a los hombres que se encargan de abrir y cerrar el bulto el coste del camión parado en Ceuta es de 700 euros diarios. Es sólo la primera parte del “quebranto” económico. La más grave viene después, cuando una vez en las naves el comprador se niega a pagar más de la mitad de los 65 céntimos por kilo que suelen costar este tipo de prendas.

“No les gusta que la ‘bala’ esté abierta porque dicen que se les han sacado las mejores prendas”, explica Sánchez. “La mercancía recibida lo es en unos embalajes de carácter especial que una vez rotos hacen perder su valor a dicha mercancía, por cuanto que es consustancial a su precio la forma de presentación y embalaje”, reza el comunicado que ayer por la tarde firmaron todos los afectados en la Cámara.

“Varios” de ellos, según sus compañeros, están ya “al borde de la ruina” y no llegarán a Navidad si la Ciudad no modifica sus criterios de control. “No hay inconveniente en que se examine, pero que se haga con los medios oportunos [“escáneres o lo que sea”, reclaman] para que no se demore el despacho”. “Como no es suficiente con no tener vigilancia, iluminación, un entorno cuidado y todos los privilegios en la Asamblea, ahora nos llevan camino de Cruz Blanca”, lamentan desolados los ropavejeros.
 

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