Mientras el “gorila” Chávez propaga que congela sus
relaciones con España, a saber qué entiende por congelar, yo
me quedo congelado al descubrir que me han abierto el coche
y sustraído buena parte del contenido que estaba dentro.
Mala zona es la Avenida Martínez Catena en las dos aceras
frente a la fachada del C. N. Caballa. Parece la zona
predilecta de los cacos. ¿Vigilancia?, casi nunca hay
vigilancia si exceptuamos cuando vinieron los Reyes. Es la
segunda vez que sufro incidentes contra coches. La primera:
birlaron la estrella del capó trasero del Mercedes dando un
golpe a la plancha y arrancándola de cuajo; arrancaron los
embellecedores laterales del coche de mi mujer, un Golf, y
se llevaron los faros antinieblas. Ahora eso.
Por supuesto que presenté denuncia en la Comisaría de Colón,
donde me atendieron exquisitamente… pero la policía
científica no me dio muchas esperanzas de recuperar lo
sustraído. A la buena de Dios tal vez encuentren algún
objeto y me lo devuelvan. Es como si esperara a que me
tocaran los euromillones.
Volviendo a lo de Chávez, creo que ese tío se pasa un
montón. Pedirle al Rey que se disculpe públicamente para así
aprovechar el tirón del acto y proseguir su campaña de
supuesta supremacía… es de choteo gratuito. Ya empieza, como
comentaba en anteriores artículos, a perder la chaveta (por
algo se sustenta con Chávez) y abre nuevos frentes no
deseados en un continente de frecuentes escaramuzas
políticas. Ahora está el rifirafe con los colombianos.
Pretender mediar en asuntos internos de un país ajeno se
llama injerencia extrema. Mucho despotrica el “gorila”
Chávez contra los estadounidenses por sus frecuentes
injerencias y/o invasiones de países extranjeros y no se da
cuenta que él mismo lleva idéntico camino con sus
actuaciones fuera de las fronteras de Venezuela.
Regresando al tema del robo en mi coche, con el que
pretendía acudir al campo “Alfonso Murube” para presenciar
el Ceuta-Algeciras y que, dicho sea de paso, resultó ser un
partido totalmente deslucido ante la falta de ideas del
conjunto caballa y el mal planteamiento táctico de su
entrenador sobre el terreno, pone de manifiesta la auténtica
falta de seguridad en la Ciudad. No es que me hayan robado a
mí, al fin y al cabo es la primera vez en cuarenta y tres
años que me roban, sino que eso es cosa frecuente aquí. Ya
se que me dirán que como es una ciudad pequeña se notan más
esas cosas… proporcionalmente escribo.
Tantos “muertos de hambre”, en todos los sentidos, como
existen en la ciudad y nula o escasa presencia de policía de
proximidad conllevan estas cosas. No voy a escribir una
crítica a ningún Cuerpo de Seguridad, además de que resulta
imposible poner un policía a vigilar cada rincón de la calle
de manera permanente… pero se puede controlar a esos
“muertos de hambre” de una manera más eficaz: o darles
trabajo o mandarlos allende las fronteras. Sobre todo a los
“niños de la calle” que hacen sus trabajos bajo la tutela
del “padrino” de turno.
Continuando con el tema de coches, poco ha faltado para que
una jovenzuela conduciendo uno de esos minis nuevos me
“planchara” los pies en pleno paso de peatones de la Marina,
el más transitado, al no respetar la cesión del paso. Un
pelín más y me quedo sin dedos, con lo que el podólogo
tendría menos trabajo. Mucho incivismo en esa acción… y
dicen que las mujeres conducen mejor que los hombres, con
más prudencia… ¡je!, prudencia tendrán pero respeto:
ninguno.
En fin que el día ha salido como ha salido, ni bueno ni
malo, de un pasotismo temporal de no te menees con la
novedad, a última hora de la tarde, de una pareja de indios,
que se han fugado de su reserva de Wiscosin (un suponer), se
han plantado en la plaza de la Constitución con un pie en el
Revellín, dejando con el culo al aire a Chávez por cuanto no
se callan con su música y canciones… ni nadie les manda
callar. Esta vez el iluso presidente venezolano se ha pasado
de la raya. A los españoles nos encantan escuchar relatos
indios y nos deleita su sonora música, con la salvedad de
que las canciones que entona el líder bolivariano, que
también es un indio a fin de cuentas, son dignas de un
huésped de esas salas de curación mentales.
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