Según dice mi amigo, Carlos García
Bernardo, viceconsejero de Festejos, el alumbrado
extraordinario con motivo de las fiestas navideñas, se
inaugurará el próximo día uno de diciembre. Hombre, me
podías haber echo un favor, inaugurándolo el último día de
este mes que es mi santo. Y cómo sería mí santo de bueno, no
es por darme importancia, pero peazo de santo tengo, que se
despide hasta con un bonito dicho: “Dichoso mes que entra
con todos los Santos y sale con San Andrés”. Y mí abuela que
como ustedes saben era sabia, añadía: “De San Andrés a
Navidad, no hay un mes cabal”. Y con todo esto, van los
desagraciaos y me lo crucifican en aspa. Manda… la cosa.
Me hace mucha ilusión ver encendido el alumbrado
extraordinario de estas fiestas. Además que, con tanta luz,
serán muchos los que pueden ver mejor, cosas que parecían
difíciles de localizar por la oscuridad a que estaban
sometidas. También es posible que cerrasen los ojos, para
evitar ver lo que había que ver, no digo que no que, aquí,
no se puede meter la mano en el fuego por nadie por mucha
confianza que tenga en el personaje no nos vaya a pasar como
al ex – presidente Felipe González, cuando puso la mano en
el fuego por determinado personajes, y si no la llega a
retirar a tiempo se queda sin mano.
Lo que pasa es que con tanta luz, como tiene el alumbrado
extraordinario, ni cerrando los ojos van a dejar de ver con
claridad meridiana. Ya lo dijo aquel, luz y taquígrafos.
Pero da igual que lo dijera, de todas formas, sólo fue un
decir. Aquí, en nuestro país, parecen que están prohibidas
ambas cosas.
Lo dicho, siento una gran satisfacción, porque durante un
mes y algo más, vamos a tener luz más que suficiente para
que se vea todo lo hay que ver, que, por cierto, no es moco
de pavo.
Con tanta luz como se presume que tendremos con las fiestas
navideñas, el que no quiera ver es porque no de la da la
real gana,. No hay más sordo que el que no quiere oír, y ni
más ciego que el que no quiere ver. Y de esos, de los que no
quieren ver, hay una jartá.
Hay personajillos de medio pelo que se aprovechan de esos
personajes que prefieren no mirar o miran hacia otro lado,
para no descubrirles sus miserias y, de esa forma, acabar
con la aureola que tienen de ser los más horrados del mundo,
cuando son capaces de bañarse en una lágrima. Flaco favor el
que rehacen estos personajes mirando hacia otro lado o no
queriendo ver lo que está de una claridad meridiana. Esta
actitud, de todos esos personajes, puede llevar a pensar que
ellos también están trincando. Ya lo dijo aquel: “Con quien
te vi, te comparé”. Les va a pasar igual que a la mujer del
César, que no consiste sólo en serlo, sino en parecerlo.
Esperemos que, en estos momentos del alumbrado
extraordinario, vean con mayor claridad, que ese mirar hacia
otro lado o no querer ver, favoreciendo a estos
personajillos de medio pelo, nada más que les puede traer, a
la larga o a corta, grandes perjuicios y que, además, el
personal empiece a pensar mal, por aquello de piensa mal y
acertarás, si ese no querer ver o mirar hacia otro lado, no
le estará reportando algún beneficio. ¿O no?
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