El vino vuelve en oro el plomo de
la vida”, escribió Zorrilla que era un señor de Valladolid y
no ninguna zorra pequeña, como le explicaba a mi amigo Hamed.
También después de señalarle que “con pan y vino se anda el
camino”, avanzo un tercio hacia las dosis, como casi todo.
Si tendrá enjundia el tema que en las primeras revelaciones
del Corán no se impide la ingesta de vino, aunque sí más
tarde cuando, precisamente, ya se había alcanzado el poder
político en Medina, lo que da mucho que pensar sobre la
oportunidad del mensaje divino que ya, en otro ámbito, había
llamado la atención de la perspicaz Aisha, la mujer más
querida por Mahoma después de la muerte de su primera
esposa, Jadiya.
Viene esto a cuento porque el pasado viernes 23 tuvo lugar
en un antiguo palacio de la imperial ciudad de Mekinés la
“Fiesta de la Vid”, que reúne cada año a una selecta
clientela para degustar los mejores vinos de la cosecha, en
una celebración que puede sin duda dinamizar el sector
turístico regional y que estaría avalado, incluso, por las
autoridades turísticas locales. En constante crecimiento
desde la década de los ochenta, el sector vinícola marroquí
está actualmente en clara expansión con cerca de 15.000
hectáreas de viñedo, que producen un vino tinto de excelente
calidad, también rosado (20%) y blanco, dando trabajo a más
de diez mil personas y del que el Estado obtiene unos
impuestos anuales de 20 millones de euros que, sumados a los
50 millones obtenidos con la cerveza (la famosa “Flag”), se
revelan como un importante aporte para el conjunto de la
economía del país.
Lo curioso es que si Mekinés es la capital marroquí del vino
(como Midelt, en el Medio Atlas, de la manzana), una de las
cuatro zonas vinícolas de Marruecos que concentran el 70% de
la producción, es también una de las ciudades gestionadas
por un alcalde islamista, el elegante Belkora, destacado
miembro del Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD), la
segunda fuerza política del Parlamento marroquí, lo que no
deja de levantar tensiones. Si ayer lunes algunos periódicos
ya se cebaban con el asunto (anunciando incluso querellas
contra los responsables del festival), ha sido el diario del
MUR (ala radical del PJD), “Attajdid”, dirigido por el
diputado Benkirán, el que más ha capitalizado el
desencuentro al criticar las formas e, incluso, a la misma
administración turística: “Las autoridades de Turismo no
solo prohíben una industria expresamente prohibida por el
Islam, sino que organizan incluso una campaña publicitaria;
y por si fuera poco la fiesta se celebra un viernes, día de
oración”. ¡Vaya por Dios!.
“Primum vivere, delinde filosofare”, advertían ya los
maestros romanos. Tanto que presume -sin razón- la
civilización musulmana de haber “salvado” a los clásicos
grecolatinos y de reintroducirlos en Europa a través del
mito de Al-Andalus, no estaría de más que hiciera un poco de
autocrítica y empezara a respetar la libertad de esa gran
parte de la población marroquí, de cultura musulmana pero no
“islamizada” y que sitúa al consumo de vino en el tercer
ranking nacional, por debajo del te y por encima de la
leche. Menos hipocresías. El problema del alcoholismo es
otra cosa.
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