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OPINIÓN - MARTES, 27 DE NOVIEMBRE  DE 2007

 

OPINIÓN / SNIPER

La Fiesta de la Vid
 


José Luis Navazo
jlnavazo@telefonica.net
 

El vino vuelve en oro el plomo de la vida”, escribió Zorrilla que era un señor de Valladolid y no ninguna zorra pequeña, como le explicaba a mi amigo Hamed. También después de señalarle que “con pan y vino se anda el camino”, avanzo un tercio hacia las dosis, como casi todo. Si tendrá enjundia el tema que en las primeras revelaciones del Corán no se impide la ingesta de vino, aunque sí más tarde cuando, precisamente, ya se había alcanzado el poder político en Medina, lo que da mucho que pensar sobre la oportunidad del mensaje divino que ya, en otro ámbito, había llamado la atención de la perspicaz Aisha, la mujer más querida por Mahoma después de la muerte de su primera esposa, Jadiya.

Viene esto a cuento porque el pasado viernes 23 tuvo lugar en un antiguo palacio de la imperial ciudad de Mekinés la “Fiesta de la Vid”, que reúne cada año a una selecta clientela para degustar los mejores vinos de la cosecha, en una celebración que puede sin duda dinamizar el sector turístico regional y que estaría avalado, incluso, por las autoridades turísticas locales. En constante crecimiento desde la década de los ochenta, el sector vinícola marroquí está actualmente en clara expansión con cerca de 15.000 hectáreas de viñedo, que producen un vino tinto de excelente calidad, también rosado (20%) y blanco, dando trabajo a más de diez mil personas y del que el Estado obtiene unos impuestos anuales de 20 millones de euros que, sumados a los 50 millones obtenidos con la cerveza (la famosa “Flag”), se revelan como un importante aporte para el conjunto de la economía del país.

Lo curioso es que si Mekinés es la capital marroquí del vino (como Midelt, en el Medio Atlas, de la manzana), una de las cuatro zonas vinícolas de Marruecos que concentran el 70% de la producción, es también una de las ciudades gestionadas por un alcalde islamista, el elegante Belkora, destacado miembro del Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD), la segunda fuerza política del Parlamento marroquí, lo que no deja de levantar tensiones. Si ayer lunes algunos periódicos ya se cebaban con el asunto (anunciando incluso querellas contra los responsables del festival), ha sido el diario del MUR (ala radical del PJD), “Attajdid”, dirigido por el diputado Benkirán, el que más ha capitalizado el desencuentro al criticar las formas e, incluso, a la misma administración turística: “Las autoridades de Turismo no solo prohíben una industria expresamente prohibida por el Islam, sino que organizan incluso una campaña publicitaria; y por si fuera poco la fiesta se celebra un viernes, día de oración”. ¡Vaya por Dios!.

“Primum vivere, delinde filosofare”, advertían ya los maestros romanos. Tanto que presume -sin razón- la civilización musulmana de haber “salvado” a los clásicos grecolatinos y de reintroducirlos en Europa a través del mito de Al-Andalus, no estaría de más que hiciera un poco de autocrítica y empezara a respetar la libertad de esa gran parte de la población marroquí, de cultura musulmana pero no “islamizada” y que sitúa al consumo de vino en el tercer ranking nacional, por debajo del te y por encima de la leche. Menos hipocresías. El problema del alcoholismo es otra cosa.
 

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