Mientras pese a las promesas de
Rabat, cuyo incumplimiento es algo usual en su diplomacia
como todo observador independiente y sin sobornar sabe, nos
estamos encontrando con un acelerado repunte de pateras y
cayucos catapultados sobre Canarias y la Península
procedentes de las costas marroquíes, mayoritariamente
cargados de menores (¡qué “doble” casualidad!), empiezan a
ensombrecer el horizonte los nubarrones de la desaceleración
del ciclo económico, perceptible en varios escenarios: desde
el deshinche de la burbuja inmobiliaria al repunte de la
inflación, con una inmediata repercusión en la cesta de la
compra y en la consiguiente disminución de la calidad de
vida de la ciudadanía que, paso a paso, incidirá en el
aumento de las colas del paro. La misma FADESA (inmobiliaria
española introducida en Marruecos) estaría pensando, según
afirmó el lunes su consejero delegado, Carlos Vela,
“abaratar el precio de sus promociones si las condiciones de
mercado así lo exigieran” (entiendo que en territorio
español), mientras podría poner a la venta suelos y otros
activos para encauzar su deuda, estimada en 5.500 millones
de euros.
Por lo demás y gracias al “efecto llamada”, propiciada por
la imprudente y masiva regulación de inmigrantes llevada a
cabo por el gobierno de Rodríguez Zapatero (duramente
contestada por el resto de Europa), volvemos otra vez a
encontrarnos en España con una masa de población irregular,
entre la que destaca por su número (sobre medio millón) y
particularidades la comunidad marroquí, claramente disonante
en general con los principios y valores dimanados de nuestra
Carta Magna. A la vez, empiezan a campar a su antojo bandas
nazis y fascistas a las que solo falta un líder y una
organización que las lance contra el Estado de Derecho. En
estas condiciones la inmigración no controlada es un enorme
factor de desestabilización en sí misma, máxime si por sus
patrones ideológicos (escribo de ‘religión’ y no de ‘raza’,
que hay gente más corta que un rabillo de “jalufo”) puede
constituir, en el futuro, una “quinta columna”, ejército de
reserva del salafismo yihadista en un caso o, en otro,
utilizado como fuerza de presión y chantaje por su país de
origen: el Reino de Marruecos. Ejemplos sobran y ahí los
tengo a mano, por si me hiciera falta responder a
provocaciones o acosos vengan de donde vengan.
Pues bien, ya les conté el lamentable caso de “Maroc Hebdo”
al que se sumó el pasado día diez otra publicación, “La
Gazzette du Maroc”, tildando de “racista” y “fascista” al
semanario “Minuto Digital”, por atreverse a publicar una
encuesta (a la que desde estas líneas me sumo
solidariamente) según la cual el 91% de sus lectores estaría
de acuerdo en devolver a su país (expulsar, para
entendernos) a esos 500.000 inmigrantes marroquíes que, con
diferentes artimañas (engaños incluidos), se habrían
introducido ilegalmente en España, de “okupas”, como
respuesta de la ciudadanía española a la inaceptable,
insultante y filoterrorista postura del Primer Ministro
marroquí, Abbas El Fassi, ante la visita de Don Juan Carlos
y Doña Sofía a estas entrañables tierras españolas en el
norte de África: Ceuta y Melilla. ¿Tendrá S.M. Mohamed VI un
“infiltrado” de Al-Qaïda en el Gobierno?
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