Yo también soy de los que piensan
que una democracia sin un cultivo demócrata que la sostenga,
se tambalea. Sencillamente, porque la democracia precisa
labranza ética, sino se debilita y acaba entregándose a
poderes dictatoriales. Siempre es saludable avivar la
cultura democrática, sobre todo para que las libertades
coexistan y para que la justicia como servicio público, haga
justicia. Nos hace falta. Esto conlleva modos democráticos
de vida. El tejido demócrata no admite puntadas sin hilo
moral. Son los llamados valores de la democracia, tan
necesarios como vitales, los que han de regir de manera
transparente para convencer.
Yo también soy de los que quiero reclamar más democracia y
mejor democracia para mi país, para que el ciudadano pueda
tener opinión personal propia sin trabas, y pueda
manifestarla y hacerla valer desde el respeto a todo ser
humano. Una democracia auténtica es más que un acatamiento
formal de las reglas, es el horizonte de la apertura y de la
aceptación, de la pasión por el bien común como abecedario
del entendimiento. Por tanto, el ordenamiento para ser
verdaderamente democrático, necesita poner en valor los
valores; y, el cultivo democrático cuando germina de la
ética, es capaz de inspirar consensos de diálogo tan
precisos para la convivencia. No pocas veces habría que
elevar la voz, en estos tiempos de abundancia para unos y de
marginalidad para otros, allí donde se violan o manipulan
los derechos inalienables de la persona.
Yo también soy de los que desearía que dentro de un clima
más poético que político, se pudiese participar limpiamente
en la vida democrática sin otra limitación que el diálogo,
sin privilegios ni discriminaciones, sin renunciar a
proponer algo en doquier foro y en doquier lugar. ¿Para qué
sirve la política partidista que no busca entenderse y
atender a todos los ciudadanos? En cualquier caso, creo que
no podemos resignarnos a aceptar la inequidad y la
injusticia social como algo que ahí está y que no se puede
hacer nada para remediarla.
Yo también soy de los que digo que la democracia necesita de
la natural ley, si no quiere ir contra todo lo que pretende
amparar y estimular. Cuidado con esas democracias que
divinizan a las personas. El ético cultivo demócrata huye
del egoísmo, de todo afán por dominar al prójimo. A juzgar
por la realidad, creo que se hace necesario un
discernimiento democratizador, donde cada uno, los de sin
voz también, puedan dar rienda suelta a sus energías y
proyectar sus ideas. Redescubrir cultivos democráticos en la
ley natural, según la visión de cada cultura, entiendo que
es la clave para el éxito de la convivencia democrática.
Dejar que las mayorías o los más fuertes nos impongan sus
criterios del bien y del mal, es la estupidez
antidemocrática más grande. Sólo hay un bien: el
conocimiento. Sólo hay un mal: la ignorancia. Palabra de
Sócrates. Ha llovido desde entonces, pero su lección sigue
viva, a pesar del temporal del tiempo.
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