Me preguntan, una y otra vez, los
motivos que tengo para no ver a la Asociación Deportiva
Ceuta en el Alfonso Murube. Y podría dar varias y
convincentes respuestas. Al menos para mí. Pero tampoco
tengo necesidad de herir susceptibilidades porque sí. De
modo que siempre respondo lo mismo: el horario del partido
coincide, muchas veces, con mi despertar de la siesta.
Pero vengo observando que mi contestación cae fatal; peor
aún que si me hubiera dado por decir que no asisto a los
partidos porque cuando he ido, en tres ocasiones, me he
aburrido tanto que los bostezos me impedían seguir el
desarrollo normal del juego. Lo cual le debe pasar a mucha
gente: dado que tengo entendido que los directivos están
desanimados porque no acaban de conseguir que el campo
registre la entrada que ellos consideraban factible. Y, por
supuesto, anhelaban.
Hubo una época, es decir, durante varias temporadas, en la
que se decía que los aficionados no acudían al campo porque
no les gustaba el presidente que regía los destinos del
equipo. Tal vez la causa fuera porque éste, o sea, José
Antonio Muñoz, había adquirido la mala costumbre de
clasificar continuamente al equipo en puestos donde se
accedía a jugar por el ascenso de categoría.
Aquella muletilla, prejuiciosa, dañina por maligna, y
repetida a cada paso, fue propalada por esa minoría con
poder que se atacaba de los nervios en cuanto se acercaba el
final del campeonato regular y se daba cuenta de que el
equipo podía ascender a la Segunda División A. Y todo porque
la envidia, esa pasión que describe Quevedo como flaca
porque muerde y no come, se apoderaba de quienes eran
infelices al pensar que un mismo señor pudiera ser dueño de
un periódico ya consolidado y presidente con éxito.
Con esta temporada, se van a cumplir tres desde que el
editor de este periódico dejó la presidencia del Ceuta. Y,
por lo visto, al Murube siguen sin acudir los aficionados
que se esperaban. Incluso se nos dice que ha bajado el
número de espectadores. Con el consiguiente temor de una
directiva que ya echó mano de suficientes estímulos para
motivar a quienes prefieren quedarse en casa sobando, como
yo, y levantarse a tiempo de ver multifútbol...
Dado que los estímulos no han dado los resultados
apetecidos, y debido a que ahora no hay persona apropiada a
la que achacarle el desinterés reinante que existe por ver
jugar al equipo, he leído un anuncio que demuestra que los
directivos de la Asociación Deportiva Ceuta pueden estar
perdiendo el oremus. Es una demostración palpable de que
presidir un conjunto de Segunda División B no es tarea
fácil. Y, desde luego, resulta mucho más complicado cuando
hubo antes en el cargo alguien, como José Antonio Muñoz,
cuyo mayor pecado fue despertar las envidias de quienes no
podían soportar verle al frente de un club que había dado en
la manía de ganar como norma.
De modo que bien harían los directivos, y sobre todo su
presidente, Felipe Escane, en evitar enfrentamientos
empresariales por tomar una decisión que demuestra un deseo
manifiesto de beneficiar a una de las partes. Nuestra
obligación es avisar... Porque queremos lo mejor para un
equipo entrenado por alguien a quien le tenemos ley. Aunque
mucho me temo que la decisión de Escane y sus directivos,
haya sido aprobada en otro sitio. Con lo cual se haría
patente, una vez más, lo funesto que resulta el
desagradecimiento.
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