La llegada al Gobierno de la
nación de José Luis Rodríguez Zapatero supuso la
finalización de las excelentes relaciones existentes con las
grandes potencias occidentales como Estados Unidos, Gran
Bretaña, Alemania o Francia. Relaciones provechosas que nos
encumbró entre los países de mayores influencias y con ello,
un despegue económico que nos situó al frente de la Unión
Europea.
Hasta ese momento, España representaba un papel predominante
en las relaciones internacionales influenciando directamente
sobre las grande decisiones. Circunstancia que nos permitió
liderar importantes proyectos así como, constituirnos en uno
de los mayores exportadores beneficiando a las empresas
españolas y con ello, a nuestra economía.
A partir de ese momento, el Ejecutivo del partido socialista
finiquitó tajantemente las alianzas existentes permutándolas
con países como Cuba, Marruecos, Venezuela o Bolivia,
paradigmas de las libertades individuales y colectivas.
Países liderados por demócratas como Fidel Castro, Mohamed
VI, Hugo Chaves o Evo Morales.
Circunstancia que nos ha relegado de tan privilegiada
situación devaluándonos ostensiblemente. Ahora, polemizamos
de igual a igual con líderes absolutistas cuyo único
objetivo político es perpetuarse eternamente en el poder con
medidas inconstitucionales o razones divinas que no dudan
incluso, en insultar a ex presidentes o empresarios.
En definitiva, los españoles decidimos legítimamente otorgar
el Gobierno de la nación a una opción política que nos ha
debilitado profundamente colocándonos en el grupo de los
países menos influyentes repercutiendo muy negativamente
dicha situación en las economías de las familias españolas.
No obstante, espero y deseo una reflexión profunda de los
votantes que suponga la llegada al Gobierno del país de la
única opción política que nos situó entre los países más
poderosos del planeta.
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