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OPINIÓN - MARTES, 20 DE NOVIEMBRE DE 2007

 

OPINIÓN / SNIPER

Independencia, diacrónica, de Marruecos
 


José Luis Navazo
jlnavazo@telefonica.net
 

El domingo, 18 de octubre, el vecino Reino de Marruecos celebró el 51 aniversario de su independencia en un ambiente de fiesta que, como recordaba la agencia oficial MAP, “reviste un significado profundo ya que encarna la voluntad común del Trono y del pueblo de defender los valores nacionales y sagrados del país”. Si, según el consejo del magrebí San Agustín, “en tiempos de crisis no hay que hacer mudanza”, en júbilos y festividades ajenas es norma de cortesía y buen gusto respetar, cuando no alegrarse, del jolgorio del otro, máxime en nuestro caso cuando se trata de un vecino (el del sur), amigo a veces (otras no) y que, casualmente este año debido al mutante calendario lunar islámico, festejaba el aniversario de su independencia un Dóminus Domici.

Incluso si me permiten, parece oportuno en esta significada fecha para nuestros vecinos marroquíes si no llegar a abracijarse con ellos aprovechar, al menos, el evento para acalugar con estas líneas algunos desencuentros vecinales. Yo, que soy de origen urbanita pero enraizado por vocación y formación en la “yebala”, siempre lo he dicho: los roces y diferencias, los tradicionales problemas de lindes, siempre los tienes con el vecino y no con el inquilino del otro bloque. Digo. No es pues el momento de ponerme a confutar nada ni, menos, aprovechar el evento para engatar a nadie y, menos, a mis vecinos y amigos del sur, a mi familia del vecino gran país a la que, naturalmente, felicito de todo corazón; huyo por norma de discusiones erísticas, caras a otros pero que a mí siempre me han disgustado, dialécticas vecinales con ese peculiar mixtifori tan apreciado por ciertas lechigadas expertas en intentar, vanamente, acapillar y garrañar bienes ajenos.

En 1956 el Reino de Marruecos alcanzó su independencia entronizando a Mohamed V, abuelo del actual soberano.

El Protectorado francés y español se diluía como un azucarillo en un hirviente vaso de te; Francia salía enfangada en sangre, a regañadientes, mientras en la zona norte España, incautamente sorprendida, abandonaba paulatinamente el territorio sin ningún muerto a sus espaldas, ciertamente despechada, pero con la cabeza alta. Marruecos recuperaba el control de lo que siempre fue suyo, pues tal es la diferencia entre un Protectorado y una Colonia aunque luego, intelectuales de una y otra orilla, se hagan la picha un lío con la terminología. En el “Haber” de la gestión durante el Protectorado un gran logro: la reunificación del país, lograda a sangre y fuego (efectivos franceses lucharon contra los insurgentes bereberes en el Medio Atlas hasta 1934) para mayor gloria del Majzén (cuyas tropas jalifianas lucharon al lado de las europeas, detalle que suele olvidarse): la dinastía Alauí recibió un país hecho y derecho aunque, a los hechos me remito, no debió parece suficiente pues el naciente Marruecos se embarcó rápidamente en campañas de expansión, en un proceso de “Independencia” a plazos, claramente diacrónico, del que en varias ocasiones ya nos ocupamos. En todo caso, el domingo fue el Gran Día del Reino de Marruecos. Felicidades pues.
 

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