Estoy de nuevo en Barcelona, invitado por la Casa de Ceuta
en esta capital de Catalunya, después de una paliza de
viajes. Llegué a mi casa de Mataró más cansado que un
corredor de maratón. Provenía de otra capital, ésta de
España, y los cambios de clima –que no son cambios
climáticos- me afectan barbaridad. Del calor casi tropical
de Ceuta, al frío polar y seco de Madrid salto al frío
húmedo de Barcelona… un cóctel para que se hinchen, los
virus de la gripe, de placer; y eso que vengo desprevenido
sin estar vacunado.
Otro tipo de virus me ha afectado enormemente destruyendo
datos del PC que tengo dormido cándidamente en mi casa
catalana. He tenido que formatear todo el disco duro y
volver a cargarlo con programas. He perdido todos los datos
que guardaba y ello me ha impedido cumplir la cita con los
lectores de El Pueblo de Ceuta hoy (por el sábado). Ignoro
si habrán llegado a redacción los artículos que envié para
la edición del domingo. Me preocupa sobremanera que falle
“Los Cuadernos del Domingo”, aunque confío en la
profesionalidad de mis compañeros.
La mañana del sábado luce un espléndido sol sin atisbo de
nubes, ni siquiera una humilde nubecilla en el horizonte,
pero la tramontana hace de las suyas y conviene ir bien
abrigado. Me he acercado a la sede de la Casa de Ceuta en
Barcelona donde están celebrando el Día de la Ciudad.
La iglesia donde se celebra la Misa Rociera está llena hasta
el crucifijo mayor, no puedo decir hasta la bandera porque
no la tiene, y en primera fila destaca, como siempre, la
cabeza visible de Ceuta en la persona de Juan Jesús Vivas,
secundado por el ya habitual asistente a los actos de la
Casa: Francisco Sánchez París y otras personalidades que
ahora mismo no puedo recordar los nombre de tan cansado como
estoy del viaje. También descubro la presencia del Imán del
Islam, Muhammad Ehslan y del Panhadata Mandi. No encuentro
entre los asistentes al rabí de la Sinagoga. El
representante cristiano está trabajando en su oficio, es el
que dice la misa en éste momento.
Los rostros de quienes fueron, y creo que aún lo son, mis
compañeros de ocio y mis amigos para siempre, se iluminan al
veme. De hecho, cuando termina la misa y ya salidos del
templo me abrazan con una sincera demostración. Nunca
olvidaré estos momentos en que la ausencia de uno del
entorno social de la Casa, aunque sean unos meses, ofrecen
la oportunidad de conocer el verdadero valor de la amistad y
del cariño de la gente a la que se quiere. Y lo que son las
cosas, muchos saben más de mis “correrías” que yo mismo.
Después de la misa rociera, el presidente de Ceuta y las
autoridades que lo acompañan acceden al local social. No
puedo seguirlos porque me encuentro inmerso en abrazos y por
otra parte no tengo fuerzas para seguir la crónica de manera
oficial. Luego, tras las cuitas a las que obligan el
protocolo, nos metemos todos a una en el amplio salón bajo
la iglesia donde degustamos las tapas con el clásico vino
español. La verdad es que estaba muerto de hambre, yo y no
nadie más, después del palizón del viaje. Apabullé a mis
compañeros con mis “picadas” en todas y cada una de las
tapas. Luego, una vez ahíto, me dediqué a saludar a quienes
no había saludado hasta entonces. Volví a abrazar a Juan
Jesús Vivas Lara, con el que cambié unas palabras de índole
privada, saludé con algunas bromas a quién ahora puedo
llamar Paco, aunque se ofenda, Sánchez París…, bueno, estoy
terriblemente agotado y decido largarme para meterme en la
cama. Entre el viaje y la redacción de los artículos para el
dominical me han dejado sin ímpetu para proseguir. Esta
noche acudiré a la cena para celebrar el XXVIII Aniversario
de la Ciudad y quiero acudir bien despierto y con fuerzas
para aguantar una larga velada… hasta entonces.
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