Los viernes en Ceuta se han convertido en el día más
interesante de la semana. Al menos para los medios de
comunicación. Puesto que es el día que eligió Salvador de
la Encina para abrir su despacho en la calle de Daoíz y
recibir a cuantos quisieran visitarle y saber qué piensa
hacer con el Partido Socialista de esta tierra. De modo que
su presencia en la ciudad es vista con enorme satisfacción
por los periodistas. Dado que sus declaraciones y cuanto de
interesante ofrecen sus reuniones, con distintas personas de
la vida social y política, propician información a granel.
Lo cual es ya de agradecer.
Pero hay más: el diputado por Cádiz y presidente de la
Comisión Delegada del PSOE en Ceuta, sometido a una tarea
compleja por su partido, está aprovechando esta oportunidad
para refrendar lo que ya se sabía de él; que es un político
brillante y alguien con capacidad suficiente para tomar
decisiones sin causar estropicios a su alrededor. Sabe lo
que se trae entre manos y lo expone como quien no ha roto un
plato en su vida. Observen, sin entrar en odiosas
comparaciones, su semejanza con Juan Vivas en lo que
he dicho.
Salvador de la Encina aceptó la misión que le encomendaron
en Madrid, y seguro que se encomendó a todos los santos
cuando dio el sí. Porque él mejor que nadie conocía que sus
compañeros de Ferraz lo estaban mandando poco menos que a
padecer el suplicio de Tántalo. Desde que se produjo
el revuelo no sólo por su nombramiento sino por la decisión
de poner fin a una etapa socialista en Ceuta para empezar
otra nueva, han transcurrido los días suficientes para que
la figura de este ceutí haya calado hondo entre la
ciudadanía.
Y todo porque ha sabido aprovechar los viernes para
aplicarse en el cometido que le asignaron y a su vez
convertirse en alguien capaz de escuchar atentamente a todos
los grupos que acuden a consultarle y demandando peticiones.
Y lo hace sin alharacas, con esa personalidad que exhibe en
la cual destaca su carácter sereno y afable. Y, sobre todo,
urge decir que, incluso siendo político, transmite
credibilidad. Lo cual es de un mérito incuestionable.
Se le reconoce haber propiciado la visita de los Reyes, y a
algo tan trascendental para la vida de esta ciudad, debe
sumársele el haber sido capaz de poner en su sitio a un
carajote llamado Garrido y que como diputado pedía
explicaciones por el hecho. Luego ha anunciado la presencia
ministerial en la reunión que habrá en el Biuth. Se ha
puesto de parte de las reclamaciones de los funcionarios de
Justicia y les ha prometido que tratará de sus mejoras con
Mariano Fernández Bermejo, ministro de la cosa. Y qué
contarles del papel que ha jugado a favor de los empleados
de Acemsa. Su defensa ha sido total y en todos los sentidos.
Todo ello tras haber dado muestras evidentes de que maneja
la mano izquierda tan bien como la manejaba Antoñete
o Emilio Muñoz. Y si no que se lo pregunten a los
componentes de un ‘Foro de la izquierda’ a los que ha parado
poniéndose en sitio peligroso y con un valor tan sereno como
seco.
Y, por último, ha sido capaz de salir a los medios a
reconocer el enorme comportamiento de Juan Vivas con el
Gobierno de Zapatero por la visita de los Reyes. Juan Vivas
y Salvador de la Encina pertenecen a una minoría selecta.
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