Como español me preocupa todo
aquello que pueda repercutir en perjuicio de España. Y
cuando digo a España, me refiero al conjunto de todos y cada
uno de los pueblos que, en su conjunto, conforman la Nación
Española.
Por eso me cuesta entender, como español, a todos aquellos
que anteponen una forma de gobierno, saliéndose de la cual
todo está mal. Ese criterio a piñón fijo, de todos estos
personajes, les lleva a convertirse en radicales de unas
ideas, de una forma de gobernar que a la hora de hablar de
España, todos aquellos que no comulguen con sus ideas,
deberían ser borrados del mapa. Vamos que, todos esos, no
son españoles. Y si, por una causalidad, en un rasgo de
bondad deciden considerarlos españoles, jamás podrán
gobernar porque, para todos estos personajes, siempre lo
harán muy mal.
Nunca me fié de esos personajes, cuna de rencores y de odios
que no saben perdonar, porque desconocen la grandeza del
perdón. Todos ellos se aferran, como el naufrago a un clavo
ardiendo en la defensa de lo que creen, desde su particular
punto de vista, que después de ellos llega el diluvio
universal. No por un solo segundo piensan que aquellos a los
llaman enemigos, pueden realizar cosas buenas, si llegan a
gobernar este país. Pues, según su opinión de radicales,
sólo ellos y nada más que ellos, son los que realizan cosas
buenas para el país. Y es que todos ellos, peligros
radicales, ven la paja en el ojo ajeno, pero nunca la viga
en el suyo.
No son objetivos a la hora de juzgar porque, jamás, ven más
allá de sus narices. Su ceguera les lleva a asegurar que si
no gobierna el régimen al que ellos son adicto, el país
sería un caos en manos de otra fuerza política que no se la
de ellos.
Nunca aceptan que pueda cometer su partido un error, por la
sencilla razón de que los errores los cometen, siempre, los
contrarios. Son sumamente peligrosos, capaces de poner en
práctica los más bajos instintos del ser humano, con tal de
acabar con los que ellos consideran enemigos.
Odian no sólo a las personas que no comulgan con sus ideas,
sino a todos aquellos medios de comunicación que por no
pertenecer a su cuerda, son capaces de criticar cuanto
errores han cometido los suyos. Para todos ellos eso e
imperdonable y habría que acabar, como fuese, con estos
medios no adictos al partido. Sin darse cuenta, ni querer
reconocer, que en otros medos afines se ataca,
despiadadamente, a todo esos medios no adictos.
Menos mal que vivimos, en un Estado de Derechos y
Libertades, para suerte de todos aquellos que no comulgan
con estos radicales que, incluso, ponen el ventilador en
marcha llenando, si es necesario o si lo creen, de injurias
y calumnias al resto de los españoles que no se han subido
al tren de sus deseos.
Esos personajes, que muestran una falta de respeto hacia le
resto por no comulgar con sus ideas, me dan auténtico miedo
por todo cuanto pueden llevar a cabo contra los que
consideren sus enemigos. Sigamos viviendo en democracia y
nunca les demos opción a demostrar lo que son capaces de
hacer.
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