Mucho se ha hablado y escrito últimamente sobre ACEMSA, la
empresa del agua, sobre la que el Gobierno de la Ciudad ha
encargado un informe a una consultora denominada Deloite,
con sede en la capital de España, informe del que se van
conociendo detalles, si bien en relación con las intenciones
íntimas del Gobierno Local, poco a trascendido, salvo
especulaciones o informaciones poco concretas transmitidas
por el propio Vivas o la Presidenta de Acemsa, Yolanda Bel,
a la que parece que le ha faltado también cierta información
en medio de la marejada que se ha formado.
Hay que partir, a fuerza de pretender desentramar el asunto,
de ciertos hechos que son ciertos:
De una parte, los problemas financieros y por supuesto
presupuestarios que atenazan al Presidente Vivas, que sigue
empeñado, si le dejan, en realizar alguna fortísima
inversión en el centro de la ciudad, la cual podría rondar
los 60 millones de euros, de la que sin duda se hablará en
los próximos meses, inversión esta para la que necesita
recursos financieros de los que no dispone, salvo que se
concreten la venta de activos (Acemsa es uno de ellos), se
utilicen al máximo (con el riesgo de que el Gobierno Central
lo paralice) las posibilidades urbanísticas y, también, se
aumenten los impuestos (con el cabreo consiguiente de los
ceutíes).
Por otra parte, las sociedades municipales suponen una
auténtica sangría para la Ciudad Autónoma, estando en
general gestionadas bajo el prisma de intereses políticos,
en lugar del de la eficacia en la gestión. El propio Consejo
Económico y Social que dirige el socialista? Basilio
Fernández, ha venido advirtiendo como máximo órgano
consultivo del Gobierno de la Ciudad en materia
socioeconómica, que sin un riguroso control sobre el gasto
en las sociedades municipales, el déficit presupuestario y
sus consecuencias en la inversión pública, son inevitables,
de todo lo cual Acemsa es sólo un ejemplo al que se podrían
sumar otras sociedades, a las que con un simple estudio a
vuela pluma, se las puede calificar de “lentas y gordas
máquinas ineficaces”, más preocupadas por alimentar sus
propias necesidades, que por cumplir el cometido para el que
fueron creadas.
La idea de la venta de Acemsa u otras sociedades no tiene
nada de descabellada, en caso de que alguna vez Vivas haya
pensado en un planteamiento de esta naturaleza, porque son
sociedades que operan en el mercado libre, pero
desestabilizándolo, a sabiendas de que sus pérdidas, que son
cuantiosas, las van a sufragar todos los ciudadanos y, por
tanto, sin atender a la regla básica de la economía de
mercado: “quien no es rentable desaparece”. Pero, ¿de quien
es la culpa de todo esto?. Sin duda un poco de todos, pero
es preciso repartir responsabilidades en función de quien
tiene más, para descender a quien tiene menos.
Los mayores gastos de las sociedades y, por tanto también de
Acemsa, son los de personal, es decir, las nóminas de los
empleados. ¿De quién depende que estos sean más de los
necesarios y que cobren unos sueldos muy por encima de lo
que se puede permitir quien los paga?. La respuesta es
evidente: De los responsables políticos de turno, que
olvidando su sagrada responsabilidad, colocan amigos a
diestro y siniestro y firman convenios que luego arrostran
problemas financieros que lo pone todo al borde del abismo,
al borde de la venta, de eso que tanto asusta. Pero los
trabajadores y sus representantes, los sindicatos, llevan
años y años presionando más de la cuenta a los políticos,
olvidándose de su labor esencial: La de ser verdaderos
agentes sociales, que tienen que velar por la estabilidad de
los proyectos que generan empleo. En fin, unos y otros, más
preocupados por las elecciones, ya sean políticas o
sindicales, se pasan de la raya de lo razonable, se embarcan
en una esquizofrenia del quien da más, hasta que lo
inevitable llega, porque el pobre contribuyente ya no da
para más, y el resto de España ya avisa de que los excesos
que aquí se cometen los deben pagar los de aquí y no el
resto de españoles, cosa razonable por otra parte.
La política de personal en Acemsa, hubiera debido ser más
prudente durante años, acudiendo más a la externalización de
determinados servicios que al engorde de la sociedad, que
además de estos ingentes gastos, tiene los derivados de su
gasto corriente, véase contratos de prestación de servicios,
que casan poco con su elevadísima plantilla, las inversiones
tanto en distribución (aunque aquí Hipocsa, la empresa
designada por el Estado para reparar la red de distribución
de agua potable, ha hecho la mayor parte con presupuesto
estatal y no local) como en saneamiento, así como el coste
de la producción de agua desalada, del cual la mayor parte
financia el Estado. En materia de ingresos por venta de
agua, Acemsa se encuentra atenazada por las decisiones sobre
tarifas de agua que estableced el Pleno de la Asamblea, pero
sin duda la eficacia en la gestión y depuración del cobro
del agua sigue siendo una asignatura pendiente.
El informe de la consultora contratada por el Gobierno de la
Ciudad, va a decir poco más de lo que estamos comentando,
salvo mayor profusión de datos numéricos, que será en todo
caso el refrendo de lo que ya se sabe y se viene advirtiendo
desde hace tiempo, pero a partir de ahí o de ahora, la
cuestión será la de ¿quién le va a poner el cascabel al
gato?, o ¿es que, acaso, va a ser el Sr. Hoyos el culpable
en exclusiva de la situación, sabiendo que alguna tiene?.
Hay quien ha llegado a pensar e incluso a publicar que si el
Presidente Vivas no necesitara urgentemente “dinero” para
financiar alguno de sus proyectos ¿se hubiera detenido a
pensar en los problemas de Acemsa, o hubiera seguido
haciendo la vista gorda como en los ya dilatados años de su
gestión?.
Pero abierta la caja de los truenos, que vaya mirando,
aunque sea de reojo, los problemas de otras sociedades, que
también operan en el mercado y cuyos estado y resultado no
se alejan mucho de lo que en Acemsa acaba de aflorar.
Vendidas o no, las sociedades municipales deben ser objeto
de especial atención, olvidándose todos por un tiempo de
intereses partidistas, sindicales o amiguismos, si lo que se
pretende es hacerlas viables, pues de lo contrario, se
pongan como se pongan los trabajadores y quieran o no
quieran los políticos, llegará un momento, que llegará
pronto, que por ser insostenibles no habrá ya ni quien las
quiera comprar, justo cuando la Ciudad Autónoma ya no pueda
mantenerlas.
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