La visita del Jefe del Estado a las ciudades autónomas de
Ceuta y Melilla, en unos tiempos como los que corren donde
la unión y el equilibrio territorial se encuentran
alborotados por los vaivenes de ciertos nacionalismos
regionales extremistas, ha supuesto una demostración de
españolidad y de ciudadanía al resto de España por parte de
‘caballas’ y melillenses. Con la breve estancia en Ceuta y
Melilla de D. Juan Carlos I y Doña Sofía los pasados lunes 5
y martes 6 de noviembre, respectivamente, se repara la
cuenta pendiente que la Casa Real como Jefatura del Estado y
la Monarquía en si, tenían con las bellas ciudades
nortefricanas desde hace 80 años y concretamente desde que
el actual monarca fuera entronizado hace 32 años. Era ya de
justicia. Asimismo, la visita real ha servido para que la
opinión pública y los medios de comunicación peninsulares -y
también extranjeros- hablen bastante y además bien, tanto de
Ceuta como de Melilla. Una señora entrevistada al respecto,
ironizaba al opinar que ahora, gracias a la visita real,
nadie desconocería dónde están y cómo son las ciudades
‘caballa’ y melillense pero sobre todo, todo el mundo sabrá
ya cual es el sentimiento y la voluntad de los habitantes de
estos municipios nortefricanos: su indudable, incuestionable
e innegociable españolidad.
Sin embargo, esta visita real ha molestado a los vecinos
marroquíes. La reacción posterior ha sido extrema y
exagerada, desmesurada y excesiva máxime cuando D. Juan
Carlos y Doña Sofía no han pasado la ‘linea roja’ de la que
alertó el ‘sobrino’ alauita Mohamed VI, cuando sólo cruzaron
el Estrecho y no salieron de España, como acertó en señalar
el presidente ceutí Vivas. Si no han pasado el ‘Rubicón’
ceutí-melillense, ¿por qué el enfado marroquí es tan
mayúsculo? No es de recibo ni nos merecemos tan
desproporcionada reacción. Las autoridades marroquíes
-principalmente el propio rey- aún siguen rasgándose las
vestiduras -perdón, la chilaba- y se muestran muy agitados,
nerviosos, cabreados, como ofendidos -¿de qué, acaso se les
ha invadido?- y tanto; que la ira les ha movido a reclamar
una negociación con el Gobierno de España de José Luis
Rodríguez Zapatero para ‘recuperar’ la soberanía y la
‘marroquinidad’ (¡!¿?) de Ceuta y de Melilla. Todo ésto y
mucho más, ha traído de cola, la visita real, de la que
nadie debe dudar de su beneficioso efecto. En tono a las
consecuencias y acerca de la idoneidad de ejecución de la
misma, no deben existir fisuras ni discrepancias, sino todo
lo contrario: coincidencia de criterios, unidad de acción y
firmeza en la defensa de nuestras razones y de nuestros
derechos para con Ceuta y Melilla entre los gobiernos
autónomos, el Ejecutivo y todos los partidos parlamentarios.
Lapsus gravísimos como el de Pepiño Blanco aludiendo a que
los Reyes visitaron ‘Marruecos’ en lugar de mencionar los
nombres de las ciudades españolas ceutí y melillense
empeoran las cosas. Al parecer, el secretario de
Organización socialista no sabe de geografía, tuvo una
‘laguna mental’ por ligereza o sufrió un ataque de
sospechosa ‘marroquinidad’ y debería pedir perdón. La
expresión ‘marroquinista’ de Pepiño Blanco, -supongo que
involuntaria e insconsciente, espero, y que no gustó a
‘caballas’ y melillenses- no ha pasado inadvertida para las
autoridades alauitas que se frotaron las manos al ver que
todo un cargo representativo del partido que gobierna España
al decir públicamente semejante expresión pareció
‘coincidir’ con la postura marroquí. Las autoridades
alauitas se aprovechan de cualquier error y ‘debilidad’ que
surjan en la administración española para reclamar Ceuta y
Melilla pero si ven unidad, firmeza e inmovilidad sin
excepciones en la postura de los representantes españoles,
aflojarán su actitud y suavizarán sus reacciones
restablenciando la cordialidad en las relaciones
diplomáticas España-Marruecos. No les demos motivos. Y
ahora, más que nunca, todos, con Ceuta y Melilla.
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