Cuando Felipe González
vestía sus trajes de pana y el mujerío enronquecía de
pedirle que les hiciera un hijo, en Ceuta vivía su doble
entre cuchicheos de jovencitas que lo miraban de arriba
abajo al cruzarse con él. Y allá que Basilio Fernández,
empleado de la Telefónica y joven abogado, de tanto oír que
era un calco del presidente del Gobierno, llegó a creérselo.
Cierto es que existía entre ellos un gran parecido físico. Y
encima su deje andaluz se asemejaba bastante al del político
sevillano.
Abogado, joven, apuesto y con unas ganas locas de destacar
en la política activa, lo peor que le pudo ocurrir a BF es
que la gente lo conociera más por ser el doble de González
que por sus cualidades. Por ser el doble de éste los
partidos locales se lo rifaban para integrarlo en sus filas.
Pero él presumía de ser socialista, de los de verdad, y no
aceptaba el ir en cualquier lista. Y mucho menos al darse
cuenta de que podía llevarse los votos de las féminas por la
cara de segundón que se le había puesto.
Pero un buen día, Francisco Fraiz, que en nada se
parecía a Felipe González, pero que también gozaba de tirón
en la calle y resultaba atractivo para las mujeres, le dijo
ven conmigo a militar en Progreso y Futuro de Ceuta y allá
que Basilio Fernández se echó en los brazos de quien le
ofrecía la oportunidad de ser lo que no ha dejado de ser
nunca: un segundón de la política local.
Un segundón de la política local, que consiguió ser alcalde
porque Francisco Fraiz en cuanto se sentaba en el sillón de
la alcaldía se transformaba en un ser totalmente distinto.
Para mal. Claro está. Y es que su carácter variable,
irascible y tonante solo se afirmaba en la posesión del
poder. Y ello le costaba denuncias y sentencias que lo
apartaban del cargo.
De no haber sido así, Fernández, por mucho que sus gestos,
sus facciones y sus dejes, hubieran tenido tanta similitud
con los de González, jamás hubiera accedido a la alcaldía.
Y, por ello, nunca habría tenido la oportunidad de ir en
unas elecciones como cabeza de lista. Las cosas claras...
Basilio Fernández fue alcalde y presidente de la Ciudad. Y
sus mandatos fueron desgraciados en muchos aspectos. Crisis
comercial con Marruecos, por cierre de la frontera;
problemas con el agua y con las recaudaciones municipales;
rebelión de los inmigrantes... Y, sobre todo, padeció dos
contratiempos cruciales propiciados por mujeres;
precisamente las que hablaban y hablaban de que su alcalde
era el vivo retrato del presidente del Gobierno de España y
un tipo encantador: Domitila Amigo y Mercedes
Medina. Expulsado del PFC por indisciplinado, tras
desencuentros broncos con Juan Antonio García Ponferrada,
desorientado, aturdido y dolido por las innumerables
críticas recibidas como gobernante, Fernández no dudó en
buscar cobijo en el partido que había abandonado por
secundar las ideas de otro que decía ser socialista pero que
está señalado como uno de los que pusieron la primera piedra
del derrumbe del partido en Ceuta. Me estoy refiriendo a
Francisco Fraiz.
En el PSOE de Ceuta aceptaron concederle a BF el reingreso
pedido en 1999. Otra oportunidad. Ahora, 8 años más tarde,
el doble de Felipe González se proclama militante histórico
y por tal motivo se encuentra con derecho a querellarse
contra su partido. Por dos veces ha negado a los suyos. Los
segundones son así.
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