García Aldave se ha cubierto de polvo militar y de verde
camuflado, olor a guerra. El espesor del monte encumbra a
los alrededor de 600 militares que partirán a Kosovo en
menos de un mes y que se entrenan para cubrir la misión de
paz que llevarán a cabo en la provincia de Istok, en una de
las zonas más derruidas a causa de la guerra en los últimos
20 años. El contigente será comandado por el teniente
coronel de la unidad de Regulares de Ceuta, José Acevedo.
Esta unidad, además, será la que más hombres destine a la
misión KSPFOR XIX. Todos ellos se preparán en las calzadas
sin pavimente de esta colina y tejen un mosaico que invoca a
una escena de cine bélico. Afortunadamente, el trabajo que
desarrollarán en aquella zona no tendrá que ver con un
conflicto militar y su cometido consistirá en proporcionar
una ayuda humana a los habitantes de aquella región.
El 25 de noviembre marca la fecha final de instrucción del
contingente, que descansará hasta el 11 de diciembre, cuando
partan a Kosovo para permanecer durante cuatro meses en
misión humanitaria. En lo que dura este periodo de asueto,
los soldados se despedirán de sus familiares antes de tomar
el rumbo a la península balcánica. Ceuta presenta una
geografía perfecta para el ensayo de misiones. Debido a esto
y a que el 75 por ciento de las personas que tomarán parte
en la Operación Sierra-Kiloestán destinados en Ceuta, el
contingente permanecerá, durante este periodo de
instrucción, en la ciudad autónoma. Resulta sencillo toparse
con alguna de las instrucciones que se realizan diariamente
en este monte. Ayer, por ejemplo, a las 9:15 de la mañana,
unos comboyes desarrollaban un trabajo de inspección a
primera hora, en los vehícuos motorizados a rueda (BMR). Más
tarde, en el campo de Pichón, diferentes unidades hacían
pruebas de tiro desde 100 y 50 metros. El transcurrir del
día se asimila lo máximo posible a una jornada en Kosovo.
Las prácticas se realizan con esmero y sin relajaciones. Las
líneas de mando se respetan y cada uno asume su puesto con
la responsabilidad del trabajo bien hecho. Más tarde, a las
11:15, en un llano desarbolado de García Aldabe, la Unidad
de Ingenieros se empleaba para desactivar un explosivo. El
terreno simulaba un espacio común de Kosovo. Se colocaron
varios BMR estratégicamente en la zona como si fueran casas.
El capitán del regimiento escondió el paquete para que el
robot Theodor lo buscara. La desactivación de bombas es una
de las principales funciones que los militares cumplirán en
Kosovo. Esta región, antiguo campo militar, aún mantiene
bombas sin desactivar, o rencillas entre las diferentes
comunidades religiosas (ortodoxos y musulmanes) que conviven
y que, en alguna ocasión, deja un regalo o artefacto en casa
del vecino. El regimiento de Ingenieros, cuando encuentra
algún paquete o bolsa sospechosa toma parte en la acción.
Inmediatamente acordona la zona en unos 100 metros
habitualmente. Se da un aviso a alguna unidad de apoyo (casi
siempre a Infantería), para que haga la cobertura. Ese
espacio queda vigilado y los 100 metros que circundan al
objeto sospechoso permanecen libres. Aquí actúa el robot
Theodor. Este aparato, de un alto coste de ingeniería,
inspecciona el terreno. La unidad de ingenieros coloca un
centro de operaciones en un enclave cercano desde donde
teledirige al robot. Theodor visualiza, gracias a la gran
apertura que tiene su ojo, un gran campo de imagen, con el
fin de acelerar los tiempos de búsqueda del artefacto.
Cuando es encontrado, el robot regresa al centro de
operaciones.; y se le coloca la carga indicada para
desactivar eficazmente el artefacto. Ayer, se lanzó un
cartucho de agua, a presión, y en forma diagonal, sobre el
objeto peligroso. “Si el objeto tiene una carga explosiva,
conseguimos que estalle sin causar heridos. Muchas veces son
falsas alarmas, gracias a Dios”, comentó Santiago Martínez-Larraz,
capitán del regimiento de Ingenieros.
La unidad de operación la componen dos hombres, el capitán y
el robot, según relató Juio Nieto Cid, sargento de la
Compañía. Ayer, una sección de Regulares delimitaba la zona,
encabezada por el teniente Marí.
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Nisri Ahmed, la única mujer de la primera
compañía de Regulares, ve cumplida “una de sus metas”
Nisri Ahmed Abdelkader es la única
mujer de la Primera Compañía de Regulares que visitará
Kosovo. A sus 23 años sólo ha visitado esta región de la
Península de los Balcanes a través de sus pensamientos, y
las historias que sus primos, también militares, le han
contado de cuando estuvieron desplazados en una ocasión
anterior. Para ella, este desplazamiento significa hacer
algo “que me gusta mucho”. El teniente Marí, a su lado,
comenta la valía de la soldado. “Es de los soldados más
activos y operativos de todos con los que contamos en la
compañía”. Ella dice que su madre está “muy contenta” con la
decisión que ha tomado. “Se pasa todo el día mirando las
noticias de Kosovo y, luego, me informa”, explicó. “Ella
sabe que no hay demasiada actividad ahora mismo en esta zona
y, además, confía mucho en mí”, añadió. Desempeñará las
tareas de teleoperadora y conductora. Aunque, como comenta
Marí, “hay que hacer de todo”. Los nervios acechan a todos
los militares, a escasos 20 días de aterrizar en Los
Balcanes. No obstante, Nisri asegura que “más que nervios
son las ganas de estar ahí lo que sentimos ahora mismo”. Un
mes de dedicación empleará este contingente en preparar la
misión. “Desde que entré en el ejército esta era una de mis
metas”. Hace dos años y dos meses que accedió a esta
institución; se lo sabe de memoria y tendrá el privilegio de
ser la única mujer de la primera compañía de Regulares.
Quizá, por ello, le traten como a una reina en el
destacamento.
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