Validos y confesores reales fue el
título de esta columna el martes pasado. Y el primer párrafo
daba a conocer una carta privada a su confidente, la monja
sor María de Ágreda, donde Felipe IV trataba de justificar
por qué, después de la caída de Olivares, había considerado
necesario tomar otro valido. La carta iba entrecomillada, y
está sacada del libro El mundo de los validos, bajo la
dirección de John Elliot y Laurence Brockliss, y pertenece a
la editorial Taurus. Luego, pasé a contar la historia de los
validos y confesores reales tal y como se recoge en el libro
y, por supuesto, en cualquiera enciclopedia libre. Puesto
que lo que está bien escrito no se puede mejorar, el texto
me servía perfectamente para hacer un paralelismo con la
forma de ser del sacristán más importante con que cuenta
esta tierra: Emilio Cózar.
Claro que hablarle a Cózar de paralelismos, analogías,
comparaciones o intertextualidad, es lo mismo que si uno lo
hiciera con los burros de Rute, por más que durante años
estuviesen apadrinados por Camilo José Cela. El hombre no da
más de sí. Que le vamos a hacer. Y es que por mucho que rece
y sea de misa diaria, lo cual, está muy bien, comprobado
está que Dios lo quiere corto de mente, o sea, muy escaso de
entendederas. Aunque cuando quiera le explico de memoria lo
escrito y le doy pelos y señales de lo que hablan de validos
y confesores reales otros textos que tengo leídos y que
vuelvo a leer cada vez que lo considero oportuno.
A cambio, claro está, Dios ha facultado a Cózar de
habilidades suficientes para mantenerse hasta el fin de sus
días como presidente de la Federación de Fútbol de Ceuta y,
sobre todo, le ha dado tragaderas suficientes para poder
medrar en todos los aspectos. Con el único fin de paliar en
parte a su hijo amadísimo de esa costra de analfabetismo
funcional que luce a cada paso.
De ahí que haya pasado de ser un fervoroso defensor del GIL,
por amistad con quien fuera diputado todopoderoso de ese
partido, Manolo de la Rubia, a encargarse de la vida
espiritual del actual presidente de la Ciudad. Y, desde
luego, anda también reclamando un sitio a su vera como
experto en protocolo y etiqueta. Por ello, le estorban ya
todos cuantos consejeros y asesores tenga el presidente.
Pero, dejando a un lado el proceder del tan conocido Emilio
Cózar, en su papel de director espiritual y experto en
protocolo y etiqueta, le voy a dedicar unas líneas en forma
de misiva:
Señor presidente de la Federación de Fútbol de Ceuta:
¿cuándo tendrá usted a bien presentar las cuentas de la
federación que lleva rigiendo desde que vestía pantalón
corto? Y explíquenos cómo maneja usted los dineros de las
subvenciones y demás conceptos referidos a la pasta gansa
que pasa por sus manos. Porque no entiendo, cual ya le dije
el día 4 del corriente, cómo el “Faro de Melilla”, por medio
de Otilio Ridruejo y José María Aznar, persigue sañudamente
al presidente de esa Federación de Fútbol, Diego Martínez y
a Robles, consejero de Deportes, por los mismos motivos. Y
usted, sin embargo, vive aquí tan plácidamente y encima
permitiéndose el lujo de usar el medio para hacerse el
artículo.
Eso sí, le invito a que busque en internet, si estas líneas
deben ser entrecomilladas por haber sido plagiadas de una
enciclopedia libre donde seguro que ya saben de sus...
habilidades. Quedo suyo.
|