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OPINIÓN - DOMINGO, 11 DE NOVIEMBRE DE 2007

 

OPINIÓN / EL OASIS

El director general
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Paseando por la calle principal de una Ceuta que está de moda en toda la España peninsular, charlando animadamente con un militante destacado del Partido Popular, nos topamos con Eloy Verdugo, sindicalista muy conocido, y que defiende la causa de los trabajadores de Radiotelevisión Ceuta.

De pronto, sin cruzar siquiera los clásicos intercambios de cortesía, mi acompañante le echó en cara su forma de proceder al veterano sindicalista. Y éste, sin dudarlo lo más mínimo, se volvió iracundo para reprocharle ciertos chanchullos cometidos por los suyos a la hora de colocar a gente del partido en la empresa que dirige Manuel González Bolorino.

Por lo que pude oír, cierto es que deprisa y corriendo, tales chanchullos de los gobernantes son los que hacen posible que el director general se esté arrogando un poder absoluto, sin limitación o control. Entre otras razones, todo hay que decirlo, porque Jaime Wahnon, presidente de la cosa, es persona de poco carácter y está sometido a la voluntad de otras directrices.

Por lo tanto, el director general, Manuel González Bolorino, que está enterado de cuantas decisiones toman ciertos políticos con aire de legalidad, pero cuya falta de limpieza hacen que hieda hasta en los chirlos mirlos, se permite el lujo de imponer su proceder dictatorial y hasta lo hace disfrutando de un placer que lo mantiene siempre en estado de buena esperanza.

Una postura dictatorial sufrida por una plantilla que se ha cansado ya de aguantar la tiranía de quien se ha creído que el conocer las miserias de los políticos le concede el derecho de obrar acorde a sus caprichos, a sus intereses, y sobre todo a demostrar que es la persona que cuenta con más poder en la ciudad.

No cabe la menor duda de que el director general de Radiotelevisión Ceuta, dado los años que lleva metido en el negocio del medio audiovisual, sabe mucho del tema. Hasta el punto de que ha conseguido el más difícil todavía: ser director general de una televisión y radio publicas, y encima estar al frente de una emisora privada que le vende programas a la dirigida por él con aires castristas.

Lo que está ocurriendo en la televisión y radio públicas, se veía venir; todo dependía de que muchos empleados perdiesen el miedo que les atenazaba a la hora de enfrentarse a los caprichos de quien, además de conocer el medio, es también el rey de los líos. Un personaje a quien le agradan sobremanera los enfrentamientos, con ánimo de perjudicar a los más débiles, para luego salir aireando que a él nadie le echa un pulso porque acaba perdiendo siempre. Aunque para ganar sea capaz de recurrir a toda suerte de artimañas encaminadas a quienes estén dispuestos a tolerarlas por conveniencias propias. Conveniencias, a veces, debidas al temor de verse sambenitado en plaza pública.

No es el caso, por supuesto, de quien escribe. Que a medida que ha ido pasando el tiempo se ha dado cuenta de que la maldad, por sistema, hay que combatirla. Máxime cuando quien la practica no descansa. Ahora bien, a los empleados de la Radiotelevisión pública, es decir, a muchos de los que ahora gritan su indefensión ante el proceder del que consideran un dictador, tampoco les vendría mal echar la mirada hacia atrás y reconocer que son ellos, muchos de ellos, quienes han hecho posible su existencia.
 

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