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OPINIÓN - VIERNES, 9 DE NOVIEMBRE DE 2007

 

OPINIÓN / SNIPER

Una calle para cada
Presidente de España

 


José Luis Navazo
jlnavazo@telefonica.net
 

Mientras en el vecino Marruecos se siguen agitando las aguas tras la estela dejada por el reciente viaje de Don Juan Carlos y Doña Sofía a esta entrañable parte de España, anclada en tierra africana, el “caballismo” ceutí sigue dándose golpes de pecho y jugando, en su tradicional miopía, a galgos o podencos. Apariencias a un lado y dejando vanos triunfalismos en la cuneta, he de advertir que, a mi juicio, institucionalmente la Ciudad no ha estado a la altura, derrochando una oportunidad de oro. “Mucho te quiero perrito, pero pan poquito”, decía en ciertas ocasiones mi entrañable María de las Mercedes y viene esto a cuento de que, precisamente ahora, es el momento (quizás la última oportunidad) de dar un paso al frente en dos direcciones: primero, integrando como españoles de hecho a nuestros moros, españoles de derecho en su mayoría pero que no acaban de ver claro su porvenir y el de sus hijos: si les exigimos y presumimos en ocasiones de su “españolidad”, al estilo de la “mujer florero” , tratémosles como tales; y segundo, asúmase de una vez el carácter aconfesional del Estado español en las formas y en los gestos, retirándose -antes de que sea demasiado tarde- todo tipo de simbología religiosa (“cristiana”, para más señas), absolutamente respetable en lo personal, de edificios y dependencias públicas.

Eso sí, la “sama” pescada en aguas marroquíes procedente de Agadir, traída hasta la frontera de El Tarajal por un mayorista de Tetuán (“chukram barakalofi, jai”) y pasada de aquella manera -como todo- con el fin de ser degustada por los Reyes de España y sus invitados, estaba dicen para chuparse los dedos. ¡Para que luego el Reino de Marruecos proteste!. Yo creo que ha sido un bonito y significativo gesto de esta ciudad española a la altura del histórico momento: “Consuma productos marroquíes”, ¡qué carallo!.

Entrando ya a comentar la iniciativa de Juan Luis Aróstegui para rotular una calle con el nombre del presidente José Luis Rodríguez Zapatero, estoy totalmente de acuerdo con ello discrepando de ciertas connotaciones negativas, “Propuesta tramposa” para más señas con la que nos ilustraba mi buen amigo y compañero en estas lides, Manuel de la Torre, en su columna de ayer en “El Pueblo”. Más aun: ¿por qué no una calle o plaza para cada uno de los presidentes de España?. Lejos y a la vez cerca de la Península, tal iniciativa podría ser una más de las señas de identidad de esta Ciudad, vinculándola con el resto de España: un gesto y un símbolo. Una calle pues para Rodríguez Zapatero (se lo merece, así como un telegrama de agradecimiento oficial por parte de Vivas), para José Mª Aznar (por supuesto, al quite: al alba y con viento de Levante), Felipe González (artífice de la teoría del “colchón de intereses” y del Tratado de Amistad con Marruecos), Leopoldo Calvo Sotelo (el hombre no tuvo tiempo para nada, pero ahí estuvo, al frente del timón de la nave del Gobierno) y, por supuesto, Adolfo Suárez, primer Presidente de nuestra democracia que tuvo el coraje, tanto de enfrentarse a las “gracias” de Hassán II en el mallorquín Palacio de Marivent como de viajar a Ceuta y Melilla en septiembre de 1.980.
 

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