La fotografía publicada ayer por
este periódico, en portada, donde aparecen varios políticos
que dicen ser progresistas dispuestos a frenar la hegemonía
del PP en Ceuta, habrá gozado de poco respeto en la calle de
Ferraz. Y hasta me atrevería a asegurar, si por algún motivo
importante me viera precisado, que Salvador de la Encina
habrá torcido el gesto en cuanto haya visto que Mohamed
Alí, tras hablar con él, se ha vuelto a echar en los
brazos del Partido Socialista del Pueblo de Ceuta.
Mohamed Alí aprovechó, en su día, un momento complicado del
Partido Demócrata y Social de Ceuta -debido a que Mustafa
Mizzian y Mohamed Chaib se excedieron en ir
contra el GIL por defender los intereses del PP-, para
irrumpir en la política con una fuerza inusitada. Y dejó
entrever que tenía cualidades para, más pronto que tarde,
convertirse en un político de fuste. Incluso Nicolás
Fernández Cucurull no dudaba en airearlo en cuanto la
ocasión lo requería.
Sin embargo, con el transcurrir del tiempo, ese futuro tan
halagüeño que muchos presagiábamos para Alí, se ha ido
convirtiendo en un reconocer que estuvimos equivocados a la
hora de excedernos en los elogios. Y, sobre todo, en la
confianza que mostramos en su capacidad para aprender, con
la celeridad exigible y necesaria, a desenvolverse
coherentemente en una política activa donde hay que tener
las ideas muy claras para no ir dando barquinazos porque sí.
Mohamed Alí sabe que en su partido hay muchos votantes que
están deseando verle en condiciones de poder acudir a él en
busca de ayuda. Ya que todos somos conscientes de que los
partidos localistas se nutren de militantes dispuestos
siempre a que sus peticiones sean atendidas. Y como el
tiempo pasa, implacable, y quienes pensaron que su político
preferido sería capaz de disfrutar de una consejería y
alguna que otra viceconsejería, comienzan a sentirse
defraudados. Pues a ellos no les interesa, en absoluto, la
clase de política que ponga en práctica el hombre de la UDCE,
sino si éste está en condiciones de arrancarle algunas
concesiones al PP.
Por tal motivo, no es extraño que Mustafa Mizzian, que ha
vivido meses tan desilusionado como maldiciendo su
inmerecida situación y doliéndose de todo lo habido y por
haber, haya vuelto a sentir la alegría de quien se ha
percatado de que el hacer de Mohamed Alí es la mejor
propaganda para que la gente vuelva la mirada hacia él y
acabe entregada, otra vez, a la causa de su partido: el PDSC.
El líder de la UDCE ha cometido un desliz grave al dejarse
inmortalizar por el daguerrotipo como parte integrante de
algo que han dado en llamar el ‘Foro de la izquierda’. Un
error de bulto. Puesto que no sé qué pinta Mohamed Alí junto
a un perdedor nato, como es Juan Luís Aróstegui, cuya
obsesión por figurar lo convierte en alguien capaz de
inventarse cada día un motivo para hacerse notar en los
medios.
Es incomprensible, pues, que un político que cuenta con tres
diputados, todo un caudal de votos, se deje trajinar por un
individuo que lleva años lampando por obtener un escaño.
Cuando, visto ya lo visto, a Mohamed Alí sólo le queda
arrimarse al PP o entregarse a la causa de Salvador de la
Encina. Todo antes que dilapidar su fortuna política por
secundar la obcecación de un fracasado.
|