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sociedad - VIERNES, 9 DE NOVIEMBRE DE 2007


andrés hernández (I). nicol's.

reportaje
 

“Me considero un valiente”

Andrés Hérnandez regenta la Casa de Andalucía en Ceuta, un lugar que rezuma flamenco desde San Antonio, pero que apenas cuenta con socios, a pesar de que son casi 10.000 los andaluces de la ciudad
 

CEUTA
Luis Parodi

local
@elpueblodeceuta.com

Andrés Hernández, trotamundo y “bohemio”, ceutí, amante de Andalucía, “cabezota” -perseverante, más bien-, cantaor retirado, “fumo dos paquetes de Marlboro al día y a veces me pongo tierno. En el escenario hay que tener un respeto y yo tengo mucho sentido del ridículo”. Su mujer, Mari, tenaz, ordenada, humilde, sincera, regidora y amante de su casa. Su casa, una ventana abierta a la vista, al horizonte de la Península y a los montes que flanquean Ceuta. Ceuta, una siembra de andaluces exiliados, los primos-hermanos de Andalucía. Andalucía, la vida para ambos. Ambos, flamencos, guitarra, copla: una historia común.

En la atalaya de la Casa Regional de Andalucía gobiernan las banderas de España, Ceuta y Andalucía sobre las traviesas que Andrés se encargó de agenciarse para levantar su casa sobre un techo “volao”, un solar en ruina, hace unos años. En el interior de su casa, un salón andaluz, de los pies a la cabeza, manda sobre el resto. Al menos diez mesas rodeadas de sillas color aceituna completan el espacio. Al fondo, una barra de bar se destina a cubrir las fiestas, las alegrías flamencas que se celebran continuamente en una casa de júbilo que únicamente teme a la muerte. Frente a todo ello, el escenario.

Son las cinco y la tarde riega el tablao con tirabuzones de luz. El escenario está constituido por un par de sillas, otros tantos micrófonos y una guitarra abandonada, “en Ceuta apenas hay guitarristas, pero cruzas el Estrecho, vas a Algeciras, das una patada y salen 40”, dice Andrés. Como telón de fondo cuelga un paño burdeos del que pende un manton de manila del color del lirio. Un jarrón floreado concluye la ornamentación. A las 17:15 Andrés aparece en su casa, con una melena blanca que le empieza a ralear y que duerme sobre sus hombros. Una melena que ha cantado en Alemania durante 13 años, que se ha ganado la vida allí, “con mi fútbol, mi cante y mi trabajo. Nada de cabarets, ni de tías, ni de escaparates con mujeres en cuero. Allí, me liaba con la colonia española, porque yo ni sabía alemán ni nada. Aquello estaba todo lleno de gaditanos, onubenses y sevillanos. Había más grupos flamencos que aquí”. Él se mece constantemente su melena solaz y aventurera, se la atusa, es una compañera. “Sólo me la cortaron en Camposoto (San Fernando), en la mili. ¿Yo?, la melena siempre”.

Para un periodista resulta un privilegio encontrarse con un entrevistado tan abundante de historias, palabras y críticas. Suele suceder con personas limpias, que no poseen ninguna pantalla de contención bajo la que quieran guardar alguna injuria o pecado vergonzoso del que se arrepienten cuando purgan sus errores. “En 57 años jamás he estado en la cárcel. Lo único que he tenido en el juzgado son peleas, pero de hombre a hombre, no de arma blanca. A mí sólo me toca mi padre”.

Ceuta fue antaño un músculo más de Andalucía. “Aquí, la gente que vive tiene mucho que ver con Andalucía. O son andaluces, o descendientes de andaluces en su mayoría. Hay cerca de 10.000 andaluces censados en Ceuta, más los que no se han empadronado”, comenta. Sin embargo, la Casa Regional da la sensación de estar deshabitada. Pasadas las seis de la tarde aparece Yolanda Heredia, una de las cantaoras que hoy participará en el festival que se celebra en el Palacio autonómico a las 20:30. “Tenemos que grabar el espectáculo para enviarlo a la Junta y conseguir subvenciones para fomentar el flamenco en la ciudad. Hasta el momento, se ha portado mejor la Ciudad que la Junta”. El desarrollo de la Casa andaluza va con “lentitud”. “Ves a los gallegos con tantos socios y sientes envidia sana”. En su institución sólo son 30 socios, a razón de seis euros cada uno. “Con todos los andaluces que somos, yo no veo actitud para que esto marche adelante. Pero yo, cuanto más dificultades veo, más me crezco. A mí se me mete algo en la cabeza y lo hago. Algunos me dicen que esto se me queda grande y yo les digo, ¿a mí esto grande por qué?”, explica Andrés. Pero es que “estoy enamorado de Andalucía. Si pudiera vivir allí no lo pensaba dos veces, me iba”.

Sin embargo, en San Antonio hay un pedazo de Andalucía, una casa hecha con “el dinero de vender otra casa”. “La construí yo solo. Mi mujer y mis hijos vivían en Fuengirola. Con un furgón que tenía me fui a recoger restos de obra: de ferralla, de bloques. Estos palos que ves ahí son traviesas de tren. Los quitaron de la Plaza de Mina para poner unos bancos de marmol”. Aparte, “aprovechando el tirón, me he hecho mi casa arriba. Y con unos tubos de goma, que recogí de un vertedero, reforcé las columnas que sostienen el piso de arriba”, narra.

Andrés ha paseado por escenarios televisivos cuando su hija Paula era pequeña, “pero ahora está muy floja, aunque tiene material, y no lo digo por pasión de padre”. Andalucía tiene un privilegio que desconoce en Ceuta, desde mayo de este año, cuando se fundó la Casa. “Yo al que diga que no hay trabajo le digo que es mentira. A mí me sueltan en Etiopía y monto una máquina de palomitas. Pero todo honradamente. Me considero un valiente”.
 

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