Todo el mundo, en Ceuta, sigue comentando el hito alcanzado
por la ciudad con la visita de los Reyes de España. Pese a
que dicha visita ha sido poco más que en un abrir y cerrar
de ojos, ya tienen los informativos de la televisión local
para visionarlos una y otra vez. La redifusión está de moda.
Mientras, en el otro lado de la frontera los ánimos siguen
caldeados, más aún por las palabras de Mohamed VI, el rey y
padre espiritual de los marroquíes cuyas palabras valen más
que la de todos sus ministros juntos.
Mohamed VI calificó de lamentable la visita de los Reyes de
España a las ciudades, con estatus jurídico según el rey,
“marroquíes ocupadas de Ceuta y Melilla” y que podía poner
en peligro el futuro y evolución de las relaciones entre los
dos países. Expresa, asimismo, su viva condena al viaje
porque atenta contra los sentimientos patrióticos del pueblo
marroquí y rechaza con firmeza que sus constantes nacionales
sagradas sean utilizadas como negocio interno español y que
sus valores e intereses sean explotados como herida abierta…
Bueno, el joven rey quiere Ceuta y Melilla. Eso no es nuevo,
ya lo sabemos todos, y puede que nos canse tanta insistencia
pero no podemos dejar de lado esas manifestaciones,
contrapuestas a los deseos de los ceutíes y que tiene que
abrir una puerta a la exigencia de los ciudadanos locales
hacia el Gobierno español para que aplique, de una vez por
todas, la Ley de Extranjería en nuestra tierra. No solo la
tienen que aplicar contra los subsaharianos, sino contra
todo extranjero que se encuentre sin papeles o con papeles
caducados. De no fortalecer esta herramienta legal creo que
tendremos problemas no deseados.
Mucho se habla de la necesidad de que Ceuta mantenga abierta
su frontera para que la fuente de ingresos se incremente…
¿qué fuente de ingresos?, si ahora los que se llevan grandes
beneficios no son españoles, aunque digan serlo y aún
poseyendo el carné. Creo que hacemos una política demasiado
blanda con los ciudadanos del país vecino; hacemos mucha
vista gorda en el tema laboral y permitimos que entren miles
de marroquíes para trabajar, ilegalmente en la mayoría de
los casos, sin cobertura de la Seguridad Social ni nada de
nada. Además de que los españoles mantenemos a los servicios
sanitarios y otros con nuestros impuestos para que se curen
los ciudadanos marroquíes por la cara, encima se llevan el
dinero a su país sin soltar ni un mísero céntimo para
Hacienda, que según el terrorífico cuento para no dormir,
somos todos.
La olla a presión que tenemos al otro lado viene imbuida por
el carácter religioso de las reivindicaciones marroquíes y
todos sabemos, experiencia no nos falta, que insuflar ánimos
religiosos conlleva actuaciones fuera de toda lógica común.
Más aún si los fundamentalistas islamistas toman partido al
lado al lado de los sunníes, que son la mayoría de los
habitantes (98,3%), y dado que Mohamed VI tiene vastos
poderes es cosa de no dejarlo en cuento chino.
Nuestros políticos, nuestros dirigentes con el Presidente
del Gobierno a la cabeza, deben dejar de asegurarnos que las
relaciones son magníficas y asumir, de una vez por todas,
que los ciudadanos de Ceuta y Melilla están cansados de los
devaneos politiqueros de cara a la galería y desea
definitivamente que se especifiquen claramente las
actuaciones de cara a posibles problemas de convivencia.
Verdaderamente, la visita de los Reyes de España a Ceuta ha
sido desentendida por la casi totalidad de los ciudadanos
ceutíes musulmanes poseedores del carné español. ¿A qué
negarlo? Y ello indica en el barómetro político una buena
excusa para no dejarlo pasar.
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