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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 7 DE NOVIEMBRE DE 2007

 

OPINIÓN / EL OASIS

Intrigas futbolísticas
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

El lunes, cuando en el centro de la ciudad había un gran gentío de ciudadanos dispuestos a vitorear a los Reyes, alguien se acercó a mí, que estaba en sitio alejado del tumulto, para hablarme de fútbol. Comenzó a preguntarme por la forma de actuar del entrenador del Madrid cada vez que debe enfrentarse a los periodistas, tras finalizar los partidos.

Respondí de la misma manera que lo hacía hace veintitantos años: las conferencias de prensa de los entrenadores, apenas terminados los encuentros, deberían estar prohibidas. Esas citas con la prensa suelen ser un calvario para muchos técnicos, aunque el resultado les haya favorecido. Es un diálogo para besugos; una representación en la que si el entrenador no aporta habilidad e inteligencia, termina dándole carácter de esperpento al acontecimiento deportivo.

Mi interlocutor puso cara de perplejidad, como si mi contestación fuera una extravagancia más de las que suelo echar mano cuando me da por opinar de fútbol, según dicen los que no están de acuerdo con mis comentarios. Y eso, la verdad por delante, que no suelo prodigarme en semejante menester. Porque hablar de fútbol, aunque no lo crean, me produce cierto hastío. Sobre todo en un momento donde los comentaristas mienten más que hablan, por necesidades comerciales, y también porque muchos otros, que son mayoría, no entienden ni papa de lo que chamullan.

-Es decir, que Schuster, según tú, lleva razón cuando dice que los periodistas escriben y hablan de fútbol sin tener el menor conocimiento.

Sí: estoy de acuerdo con él. Ahora bien, esa misma máxima la debió mantener mientras entrenaba a equipos menores y, desde luego, cuando se servía de los medios para atentar contra el trabajo que realizaba Fabio Cappelo.

El aficionado al fútbol, que se da aires de profesional de la cosa, cambió de nombre pero no de tema, y quiso sonsacarme acerca de lo que yo pienso del entrenador de la Asociación Deportiva Ceuta. Incluso estaba interesado en conocer si Diego Quintero había gozado de alguna recomendación mía para ser contratado por el primer equipo de la ciudad

En principio, debo decirte que en esta ciudad basta que yo recomiende a una persona, en cualquier actividad, para que sea la última en poder acceder al puesto codiciado. Los pasos que di a favor de DQ fueron los justos para no perjudicarlo. Pero ese asunto no es de buen gusto airearlo porque sí. En lo tocante a su capacidad como entrenador, sigo pensando que ha tenido la oportunidad de aprender el oficio perfectamente. Lo cual no le exime de cometer errores. Lo que sí me causaría pena es que sea capaz, por sus enormes deseos de salir adelante como técnico principal, de equivocarse con yerros ajenos.

-Vaya, tú siempre atento a anticiparte. Puesto que mi intención era ponerte al tanto de que hay alguien que está jugando con Diego Quintero. Por delante le dice una cosa y por detrás no cesa de ponerle a los pies de los caballos.

¡Alto!... No se te ocurra contarme intrigas de poca monta, propiciadas por pelagatos que juegan con las cartas marcadas. Entre otras razones, porque yo no suelo acudir al Murube para evitar, precisamente, el tener que opinar de un equipo donde el secretario técnico gana una pasta desorbitada. Todo un lujo.
 

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