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OPINIÓN - MARTES, 6  DE NOVIEMBRE DE 2007

 
OPINIÓN / LAS NOTAS DEL QUIM

Teoría de la especulación política

Por Quim Sarriá


Tengo unos compañeros, si es que puedo llamarlos así, en el periódico que son toda una máquina de producción. Verlos trabajar me hace sudar la gota gorda, a más de hacerme meditar sobre las fuerzas que sacan para mantenerse al pie del cañón todos los días de todas las semanas de los doce meses del año. Realizar la maqueta de un diario conlleva una concentración y dedicación plena en la tarea y una rapidez de reflejos manuales que marea y produce el “síndrome del paro” al profano en la materia. Por la ingente tarea que llevan a cabo, nuestro diario “El Pueblo de Ceuta” cumple puntualmente con su deber de informar al ciudadano de las noticias que se suceden continuamente en nuestra ciudad, en nuestro país y en el mundo.

En los periódicos de mi anterior residencia, esa labor de maquetación la llevan no menos de diez personas, número que ni de lejos existe en nuestro periódico. Casi quitando medio cero ya es todo.

Saliendo del tema de las florituras peloteras, paso a ensayar una teoría sobre la que he estado opinando durante bastantes artículos publicados anteriormente en los diversos medios de comunicación en que he participado. Me refiero al inmovilismo especulativo político del PP. Mis tesis acerca de la autoría del terrible atentado del 11-M y de la postura del PP en su teoría de la conspiración ha culminado con la razón de mi parte. Basando los hechos en la sentencia judicial y la declaración formal e institucional sobre la inexistencia de autoría por parte de ETA, no se comprende la postura del PP en su insistencia de seguir investigando. A menos que el PP se haya convertido en una agencia detectivesca por su cuenta y riesgo, no veo la razón de dedicar fuerzas y tiempo en seguir buscando algo que relacione a ETA con el cruento atentado.

A esa postura de la cúpula del PP se une su intolerancia a recibir críticas de sus propios afiliados o simpatizantes. Mucho mal ha sentado en la cúpula pepera las declaraciones de Montserrat Nebreda configurada en una carta, publicada en un diario, a Mariano Rajoy a cuenta de la sentencia del 11-M en el que la parlamentaria le recomendó “soltar lastre” y cerrar “la puerta” que une al partido “con el pasado”. La misiva estaba acompañada por un artículo del diputado en el Congreso Jesús López Medel, que pedía que el fallo judicial sirva para cerrar toda controversia sobre los atentados.

¿Es el PP un partido democrático?, en mi opinión: NO. Las declaraciones de sus miembros tienen censura previa obligatoria, en contra de la Constitución. Aquél que haga declaraciones, por su cuenta y riesgo, ha cavado su fosa política dentro del propio partido. Recuerden a muchos ex dirigentes del PP, Josep Piqué entre otros, que fueron apartados a la mínima discrepancia con los postulados de los mandamases peperos, sobre todo de Rajoy, Zaplana y Acebes.

La fuerza de la mentira es contundente y ello obliga al mentiroso a proseguir en su empeño, máxime que tenemos a la vuelta de la esquina las elecciones generales, y con ello no hace más que cavar su propia tumba electoral. No demos más vueltas a los hechos. El rédito político que esperaban, ilusos, los peperos en el caso de que la sentencia hubiera indicado, siquiera, indicios de participación de los etarras en el atentado del 11-M hubiera sido tan descomunal como injusto. En honor a la verdad, creo que se pasaron y siguen pasándose, en su teoría especulativa de la conspiración. Esta teoría desmontada lleva al descrédito y contra ello están luchando ahora los que la defendieron a ultranza.

Es peligroso, para el ciudadano, que un partido, cualquier partido, asuma la responsabilidad de los medios de comunicación de manera unilateral y partidista. Con ellos en las manos, el partido tiene toda la potencia mediática congregada y haría uso de ella como siempre se ha demostrado durante más de cuarenta años: con mentiras y patrañas con las que mantener sumido al ciudadano en la más absoluta ignorancia y con la que desviar las individuales tendencias a una sola y totalitaria política del poder.
 

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