El ambiente resultó distendido y agrtadable a pesar de la
enjundia de los visitantes. Sus Majestades se muestran
siempre campechanos y, en Ceuta, no podía ser diferente.
Conocen perfectamente donde están y lo que su presencia
significa, pero no guardaron en ningún momento gestos de
proximidad, de afecto y de confianza y seguridad por saberse
dentro de su reino.
Con la diligencia del equipo comandando por Lucas Artesero,
los tiempos se cumplieron fielmente al programa previsto. En
hora y cuarto, el almuerzo había concluido. Antes, el Rey
disfrutó de un excelente puro habano. Momento éste en que el
servicio aproximó ceniceros a las distintas mesas para que
los fumadores también tuvieran su especial momento. Acabado
el café, Don Juan Carlos en pie se despidió con agradecido
gesto mientras un ¡Viva el Rey! fue coreado por los
invitados para despedirlo entre aplausos.
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