Me he levantado bastante más tarde de lo que acostumbro.
Noto que la ciudad anda bastante animada y la gente circula
como si estuviéramos en los días de feria. Llevo unos días
infernales trabajando en dos proyectos de arquitectura que
mi gabinete debe llevar a cabo cuanto antes. El plazo, para
entregar el proyecto de ejecución, no puede esperar más
tiempo y ya tenía que estar acabado ayer. Además está la
faena para el diario y, especialmente para los Cuadernos del
Domingo que, como Vds. saben, comenzamos a publicar desde el
pasado domingo, día 4
He salido a dar una vuelta y constatar el ambiente
directamente. Mucha gente, sobretodo menuda, con banderines
y banderas de Ceuta y de España. Son las 10:00 de la mañana
y aún queda mucho tiempo hasta que aparezcan SS.MM. Recorro
la Gran Vía hasta la Plaza de África. Buen ambiente y muy
buen tiempo, aunque un vientecillo algo fresquito sopla con
ganas.
Durante mi paseo me encuentro con el presidente de la Casa
de Ceuta en Sevilla, Miguel de la Cuadra Salcedo, que acaba
de llegar en el barco de la mañana y ya está de punta en
blanco esperando visionar a los Reyes. Ha optado por un
lugar privilegiado, frente por frente al Palacio municipal.
Hemos comentado sobre el local de la entidad y le he
prometido que para la Feria de Abril del 2008 estaré en
Sevilla. M asegura que me buscará hotel. Le creo, buena
persona es y mejor amigo. Este encuentro me hace recordar
con nostalgia la Casa de Ceuta en Barcelona, donde he pasado
muy buenos momentos con los caballas residentes allá.
No voy a hacer un relato concienzudo de la estancia de
nuestros reyes en éste artículo, para eso están mis
compañeros que cobran por ello. Mi punto de vista es el de
un ceutí, caballa por más señas –he de aclarar que ceutí lo
serán todos los que residen en la ciudad, pero caballas sólo
pueden serlo los nacidos en ella ¿no?- que ha pasado largos
años fuera de su ciudad y ha vivido muchas vicisitudes en
ese tiempo, una de ellas es precisamente que a los Reyes de
España los tengo muy presentes por cuanto he estado en
varias ocasiones en el Palacio de Oriente cuando las
recepciones por los Premios Nacionales del Deporte. De hecho
recibí el premio nacional que me concedieron, junto a los
otros presidentes de las federaciones pertenecientes al
Comité Paralímpico Español, allá por 1974 y tuve bastante
contacto con SS.MM. principalmente con la Reina Doña Sofía,
pero más aún con la hermana de Juan Carlos I, a la sazón
Presidenta de la Federación Internacional de Hípica. Muy
gratos recuerdos tengo de aquellos tiempos, como lo tengo
del entonces Secretario General del Deporte y presidente del
Consejo Superior de Deportes, Rafael Cortés Elvira.
He regresado momentáneamente a casa y en ese momento
distingo al helicóptero, bueno eran dos, que transporta a
SS.MM. no he podido resistirme a la tentación y he sacado
una foto durante el vuelo hacía el helipuerto. Como no soy
experto en vuelos, lo más que hice fue un salto desde el
puente de África hacia las aguas del foso hará mucho tiempo,
me ha sorprendido que los helicópteros dieran un rodeo por
encima de casi toda la ciudad para enfilar la pista. Que yo
sepa, aunque sea un profano, los helicópteros no necesitan
el mismo espacio de aterrizaje que un avión. ¿No? Agradeceré
a los expertos que me lo aclaren.
Me he acercado después a la sede municipal, en los bajos del
Ayuntamiento hay un maremágnum de periodistas de todos los
calibres y de todos los medios de comunicación, cargados con
cámaras que se han vistos obligados a depositarlas en el
suelo a una orden del responsable de seguridad. Estaban
recogiendo las credenciales para plasmar por escrito y
gráficamente las incidencias de la visita Real. Me doy una
vuelta por el Salón de Actos que está medio vacío o medio
lleno, como quieran.
Vuelvo a salir y me topo con Sahabito Hossain, el gerente
del restaurante del Mirador de Isabel II. Se alegra de verme
y nos saludamos como corresponde. Me dice que no ha podido
atenderme, se refiere al Día de la Mochila, porque estaba de
trabajo hasta los topes y me ha invitado a comer cuando
quiera en su restaurante mientras hablaremos de cosas que
serían interesantes publicarlas. Hemos quedado en que
subiría un día de éstos a García Aldave.
Por fin aparecen los Reyes en la Plaza de África. Noto a don
Juan Carlos I algo más envejecido que la última vez que lo
ví, allá por 1977, tengo dudas sobre si ha bajado o no de
estatura, la distancia me impide calibrarlo definidamente. A
doña Sofía la encuentro casi igual que entonces. No he
podido acercarme a la primera fila como era mi deseo para
poder saludarles, la gente ceutí tiene preferencia y el día
es especial para todos ellos y ellas. Tal vez en un futuro
no muy lejano tenga ocasión de mostrarle de nuevo mi afecto
y mis respetos.
Diviso a Juan Vivas al lado de Jenaro García-Arreciado.
Nuestro presidente no cabe en sí de gozo que casi le
revienta los pulmones y el Delegado del Gobierno parece muy
metido en su papel. El himno nacional, como siempre, me
produce escalofríos. No sé por qué.
Después de revisar las tropas que le rinden honores, SS.MM y
autoridades desaparecen por la puerta del Ayuntamiento y ahí
dejo de percibir en mis retinas las imágenes de los
monarcas, sólo unos minutos hasta que reaparecen en el
balcón principal. El asta de una de las banderas me impide
divisar el rostro de don Juan Carlos I, no así el de doña
Sofía que va saludando, con esa sonrisa muy suya, a la gente
ceutí.
Cuando salen y desaparecen devorados por las entrañas del
Parador Nacional La Muralla, noto que la gente queda un poco
descorazonada porque sólo han podido ver a SS.MM unos
escasos minutos. Los más afortunados podrán contar a sus
nietos que recibieron un apretón de manos de SS.MM. en la
creencia que sólo iba dedicado a ellos cuando los apretones
de mano de los Reyes van dirigido, esencialmente, a todo el
pueblo.
Como no estoy invitado a ninguno de los actos que se
desarrollan, especialmente a la comida del hotel, me
conformo con tomarme unas cervezas acompañadas por media
docena de pinchitos en uno de los bares de la zona. Antes y
en otro bar me topé con mi compañero de página y de
redacción, José Luís Navazo, que con sus “spinerazos” no
deja tuerto a quién no quiere. Comentamos algunas
incidencias del periódico y quedamos en hablar luego largo y
tendido. Uno de los compañeros de José Luís me habla sobre
un tema de Cuadernos del Domingo con cuyos comentarios estoy
de acuerdo. Paro después en otro bar a tomarte un té moruno
con ganas de ahogar los seis pinchitos. En este bar me
encuentro con Mizziam al que me presento y nos saludamos
cordialmente.
Regreso a casa. No estoy con ganas de acudir a la
inauguración del parque en los bajos de la Marina, cuya
crónica ya se cuidarán de relatar los formidables reporteros
de “El Pueblo de Ceuta” con A. Gómez y G. Testa volcados a
pan y agua. Prefiero quitarme los zapatos, que por otra
parte están que echan humo, y visionar las noticias por la
tele.
Sin embargo, desde el cómodo sofá en que me encuentro
repantigado, despido a SS.MM. con todo el afecto y cariño
que uno puede demostrarles y con la esperanza de poder
hacerlo personalmente en un momento no muy lejano.
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