Tranquilo como estaba en la ciudad, viene ahora el
comunicado de que el próximo Marte o miércoles vendrán los
Reyes a Ceuta y Melilla. Mira por donde, cuando tengo que
salir otra vez fuera de Ceuta se produce un acontecimiento
que solivianta la atmósfera ceutí.
No entiendo este enorme “escándalo” de los medios de
comunicación ante la visita de Juan Carlos I y Sofía. Se
nota que la ciudad se ha puesto nerviosa y la frase “¡Que
viene los Reyes!” está a la orden del día, del minuto y del
segundo.
No entiendo eso porque la visita del Jefe de Estado y su
esposa no es nada del otro mundo. Es una visita
institucional, como corresponde al mismo tras su recorrido
por las distintas Comunidades autonómicas que configuran el
país.
Es un asunto de plena competencia del Estado español y por
tanto no se debe universalizar esta visita. Lo digo por
cuanto el Gobierno de Marruecos ha explotado al fin de
manera tan clara en su eterna reivindicación de las dos
ciudades como propias y ha llamado a consulta a su embajador
en España, Omar Azziam, durante un periodo indeterminado.
Clasifica, el Gobierno marroquí, de una lamentable visita
del Rey de España a las dos ciudades ocupadas.
Mientras nuestro Ministro de Asuntos Exteriores, Miguel
Ángel Moratinos, trata de contactar con su homólogo
marroquí, Taieb Farsi-Fihri, para que le aclare el porqué de
esa llamada al embajador marroquí, los políticos ceutíes
expresan de muy distinta forma sus pareceres acerca de la
visita. Mayoría con lágrimas de alegría…
El bueno de Moratinos cree que la consulta al embajador
marroquí, por parte de Mohamed VI, es un uso diplomático que
no es excepcional y que tiene carácter informativo y
descarta totalmente llamar a consultas, a su vez, al
embajador español en Marruecos. En cambio, el portavoz del
Gobierno marroquí, Jalid Naciri, advierte que existen líneas
rojas relativas a la integridad territorial de Marruecos que
no pueden ser traspasadas. Además espera, el Gobierno
marroquí, que los españoles comprendan que ellos esperan que
esa visita no tenga consecuencias negativas sobre las
relaciones bilaterales entre los dos países.
El eterno desacuerdo por parte de Marruecos en relación a
las dos ciudades españolas está transmitido en ese mensaje
claro y sin codificar que acaba de soltar el portavoz
marroquí. Un mensaje que puede tener consecuencias en las,
según expresión de un portavoz de Exteriores español,
relaciones estupendas y privilegiadas entre los dos países.
Obviamente, al tratarse de una decisión interna de España,
además de soberana, no se tiene porqué informar a terceros
países y si Moratinos informó al Gobierno marroquí, lo hizo
de manera informal y por cortesía. Se lo comunicó a su
homólogo Fihri cuando visitó, acompañando a los Príncipes de
Asturias, Marrakech para inaugurar el Instituto Cervantes de
dicha ciudad.
La vicepresidenta primera del Gobierno, María Teresa
Fernández de la Vega, asegura que el viaje de los Reyes se
enmarca dentro de la normalidad institucional y en las
relaciones excepcionales con Marruecos basadas en el afecto
sincero y en el respeto mutuo. Los ciudadanos de Ceuta y
Melilla verán satisfecha su demanda largamente esperada.
Pero ¿qué tienen que ver las relaciones con Marruecos en la
visita de los Reyes? Nada de claudicaciones diplomáticas,
¡por favor!
Dos palos desde el punto de vista del vecino del otro lado,
si sumamos la decisión del juez Garzón, que produce un
resquemor posiblemente superable si alguna vez los
dirigentes marroquíes dejan de aspirar a un sueño imposible.
Ceuta y Melilla nunca han sido ni serán de Marruecos… pero
el resquemor que parece reinar sobre nuestras cabezas está
resumido en una pregunta: ¿Es coincidencia lo del juez
Garzón y la visita de los Reyes? Sabemos que Marruecos no
tendrá las dos ciudades usando la fuerza, pero… ¿qué pasó
con el Sahara español? Y eso que era una provincia española
con todas las de la ley.
No está de más que cuidemos las formas debidas. La visita
del Jefe del Estado no significa la ratificación de que
Ceuta y Melilla son españolas… simplemente porque nunca
dejaron de serlo y no significa, desde luego, cosa de
restregar en las narices de nadie. El miedo al moro ya os lo
podéis guardar donde mejor no lo encontréis. No esperéis que
el Jefe del Estado proclame la españolidad de las dos
ciudades. No viene a clavar ninguna bandera. Eso que quede
claro.
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