La semana transcurre pródiga en
noticias relevantes. Las ha habido tanto nacionales como
locales. Se ha hablado mucho, debido a que el acontecimiento
se produjo en la Roma papal, de las beatificaciones a los
mártires que la Iglesia aportó para defender a España de la
barbarie de quienes componían la mitad de unos españoles que
mataban por matar. Mientras la otra parte, la de los buenos,
laboraba y oraba y no causaba el menor daño a todos esos
compatriotas que morían de la peste (?) y, por tanto,
recibían sepultura en sitios apropiados (!) para evitar
contagios tan peligrosos como innecesarios.
Los extremismos no dejan de ser más que fundamentalismos
peligrosos. Y bien harían los que tienen abuelos que
murieron en la guerra civil, que aún hoy sigue atormentando
a muchas personas, en ponerse de acuerdo. O el tratamiento
es igual para todos, es decir, o todos moros o todos
cristiano; o... silencio que se rueda en otra época y ya
está bien de aguantar a los insoportables beatorros o a los
arrogantes progresistas. He aquí una idea: un abrazo, al es
tilo del de Vergara, entre José Luís Rodríguez Zapatero y
Alfonso Ussía, podría ser una terapia extraordinaria. Cosas
peores se han visto.
Otro acontecimiento ha sido ver a Javier Gómez Bermúdez,
presidente del tribunal que ha juzgado la matanza del 11-M,
leer la sentencia. Este juez, que se da un aire a Youl
Brinner, ha acabado ya con el estrellato de Baltasar Garzón.
Ahora es él, el nieto de otro juez que fue encarcelado y
expulsado de la carrera judicial por haber participado en
tribunales republicanos durante los primeros días de la
guerra civil, el hombre de moda de la Justicia española y,
posiblemente, mundial. A propósito, quedo enterado de que su
señoría está casado con Elisa Beni: esta periodista fue
directora del periódico decano, cuando sus instalaciones
estaban situadas en El Morro. Elisa era, no sé ahora, todo
un carácter; aunque genio y figura...
Y para rematar el día, miércoles, va el Madrid y monta un
espectáculo en Valencia. Donde Schuster comprueba que jugar
con dos volantes, como escudos de la defensa, no está reñido
con el buen juego. O sea, que el alemán tuvo una semana de
aciertos incuestionables. Primero, dijo que los periodistas
no tienen ni zorra idea de lo que escriben acerca del
fútbol. Bingo. Segundo, se acordó de que Fabio Capello ganó
la Liga alineando a Diarra y a otro compañero de
características distintas pero con las mismas intenciones
tácticas. Y, claro, lo razonable casi siempre termina
imponiéndose.
Y cuando uno pensaba ya que el resto de la semana iba a
transcurrir por cauces de tranquilidad y que, por encima de
todo, primaría el sosiego a fin de recordar a quienes nos
quisieron mucho y un día cumplieron con ese trámite que es
morirse, surge la noticia de que los Reyes visitarán Ceuta
el próximo lunes.
Y es entonces, cuando me percato de que los socialistas han
dado una lección extraordinaria a quienes dudaban de su
españolidad. Y han acabado, además, con la siempre aireada
teoría, por parte de una derecha rancia, de que Zapatero era
el hombre elegido para hundir a Ceuta en la miseria. A
partir de ahora, Francisco Antonio González, diputado hasta
lo infinito, debería dejar de contarnos el cuento del
alfajor. Puesto que ya está muy visto.
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