Frente al desmán verbal del
gobierno marroquí, se encuentra la realidad histórica,
social y el elemento absolutamente intangible de la unidad
de España y su integridad nacional.
Los medios nacionales escritos de mayor prestigio de nuestro
país han editorializado saludando la “buena” y esperada
noticia de la “histórica” visita de Sus Majestades los Reyes
de España a las ‘avanzadas ciudades de España en Africa’
como consideró hace ya ochenta años el abuelo del Rey,
Alfonso XIII.
Los conocedores de la historia de la región conocen a la
perfección lo baldío de las peticiones marroquíes que, sin
fundamento alguno, persisten en la irreal idea de que Ceuta
y Melilla pertenecen a su territorio. En cualquier caso, y
para consumo interno, se debe analizar que el gobierno
marroquí está sustentado ahora por el tradicional y
nacionalista Istiqlal [que siempre mantuvo estas
reivindicaciones]. Es cierto que deben protestar [para
mantener la congruencia ante los suyos] y hasta eso está
medido. Marruecos no está ahora para alharacas absurdas y sí
para centrarse en el desarrollo del país; labor en la que
encontrará la ayuda filial de España y paternal de Francia,
además de contar con el apadrinamiento USA que tan bien le
viene a la monarquía alauíta en el frente común contra el
islamismo radical que amenaza seriamente -por otra parte- la
estructura del Estado marroquí.
Dejando al margen pretensiones territoriales absurdas que se
utilizan como cortina de humo frente a sus problemas
internos, el gobierno marroquí y el monarca -por el bien de
su pueblo- deben concentrar sus esfuerzos hacia el camino
que conduce al Estado de Derecho y a las necesitadas mejoras
de la calidad de vida en Marruecos. En ese camino encontrará
a sus amigos, entre los que también estarán los ceutíes y
melillenses. Pero sólo por ese camino. Lo demás son
actitudes incomprensibles y rechazables.
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