A dolfo Suárez vino a Ceuta como
presidente del Gobierno. Y cuando parecía que ningún otro
presidente sería capaz de arribar a la ciudad, para no herir
la susceptibilidad del Rey de Marruecos, José Luís Rodríguez
Zapatero anunció en un debate del Estado de las Autonomías,
que visitaría Ceuta y Melilla.
De visita crucial titulé entonces la llegada de ZP a esta
tierra. Y el primer párrafo de aquella columna, rezaba así:
Alguien dijo que la política es como patinar sobre ruedas.
Se va en parte a donde se desea, y en parte a donde le
llevan a uno esos malditos patines. Me gustaría, pues,
preguntarle a Zapatero cuál ha sido su caso en lo tocante a
esta decisión.
Ahora, casi dos años más tarde, se anuncia, de sopetón, la
visita de los Reyes. Y no hace falta decirles que otra vez
daría media vida por preguntarle a ZP por lo mismo. Y, desde
luego, me agradaría sobremanera conocer las razones que ha
tenido el Gobierno para dar el visto bueno, deprisa y
corriendo, a un acontecimiento sin precedentes y de especial
relevancia, dado que es la primera vez que Don Juan Carlos y
Doña Sofía deciden dar semejante paso.
Una decisión ansiada por los ceutíes, por razones obvias, y
que de tanto expresarla convertía a algunos en vasallos de
una causa que parecía perdida. Pues ni siquiera unos Reyes,
tenidos como arquetipos de profesionalidad, son merecedores
de que los ciudadanos insistan en rogarles, encarecidamente,
que se conviertan en sus huéspedes aunque sea por unas
horas, cuando siempre recibían la callada por respuesta o
promesas para salir del paso. Porque, por encima de todo,
primaba el temor de que Mohamed VI pusiera el grito en el
cielo e hiciera peligrar las relaciones entre ambos países.
Con lo que ello suele significar en cuanto sucede.
Pero, al margen de lo dicho, hay algo que conviene destacar
de esta visita Real: que se vaya a producir, precisamente,
bajo un Gobierno socialista y presidido por ZP; un hombre
que aquí carece de simpatías y que es considerado como un
tipo obsesionado con la división de España y tachado de
vivir a merced de los terroristas. Y más aun: en una ciudad
donde es mayoría la opinión de que el Partido Socialista
tiene escaso o nulo interés por defender esta tierra de los
ataques reivindicativos de las autoridades marroquíes, y en
la que se cree, a pie juntillas, que sólo la derecha es el
más firme baluarte para contener las aspiraciones enemigas
de anexionarse una tierra que no les pertenece.
Y, claro, ante esa forma de pensar, me atrevo a decir que la
visita de los Reyes, por más que los políticos hablen
jubilosamente de un hecho que pasará a formar parte de la
Historia de España, será mal vista por muchos ciudadanos que
en su fuero interno abominan del acontecimiento. Puesto que
los hay, yo los he oído ya, que ponen en duda el sentido
recto de la visita de los Monarcas. Recordando incluso
viejas historias que comparan con esta llegada para propalar
la inquietud y la desconfianza.
Y los motivos que alegan, si bien carentes de sentido y
malévolos, surgen porque lamentan que ZP, un tipo
despreciable, antiespañol, traidor..., según ellos, haya
dado pasos que bien pudo dar José María Aznar cuando
presidía el Gobierno de España. Pero Aznar ni vino como
presidente ni tampoco fue capaz de decirles a los Reyes que
debían visitar Ceuta. Eso sí: dejó su impronta en Perejil.
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