Ya entramos de nuevo, mi cerebro y yo, en una nueva era en
el tramo ante penúltimo de mi camino. Una era que me
rejuvenece, mentalmente, un poco y me abre una senda por la
que seguir con ganas de trabajar. Encontrarse uno en paro
forzoso, por la prejubilación parcial, conlleva un desgaste
físico fenomenal motivado por el aburrimiento de no hacer
nada. Al tiempo, que comenzará éste domingo.
Por otro lado, es el primer día de la Mochila que celebro en
mi propia ciudad tras más de cuarenta años sin celebrarlo…
veremos como me sientan las castañas asadas y demás frutos
secos.
Abriendo brecha en las noticias que afectan a las cercanías
de la ciudad, es un decir, aparece de nuevo el juez Baltasar
Garzón en primer plano de los medios de comunicación con una
nueva baraja justiciera sacada de la manga: ahora le ha dado
por investigar si hubo genocidio en el Sahara sintiéndose
competente para hurgar a trece altos cargos marroquíes por
delitos diversos.
Me asombra la capacidad de trabajo del juez que fue ministro
socialista. Abarca tantos y tan extraños pleitos que no me
desconcertaría que se realizara, en un futuro cercano, una
serie televisiva de jueces en la que él sería el
protagonista estelar de la misma.
Quiere saber, nuestro juez más famoso, si hubo delitos de
genocidio y torturas en relación con la desaparición de
cientos de saharauis en Smara (1976) y secuestros en El
Aaiún (1987). Lo hará a través de un auto sobre diligencias
previas para estudiar la naturaleza y circunstancias de
hechos denunciados por asociaciones de Derechos Humanos. Su
punto de mira está dirigido a Housni Ben Sliman que dirigió,
presuntamente, la campaña de detenciones y posteriores
desapariciones en Smarra y de Abdelhafid Ben Hachem,
presunto supervisor de los interrogatorios bajo tortura y
responsable de los secuestros. También tiene en su agenda
otros responsables de supuestas detenciones, torturas y
secuestros de ciudadanos saharauís: Said Ouasson, Abdelhak
Lemdaour, Moustafa Hamdaoui, Dris Sbai, Ben Hima, Hariz El
Arbi…
No soy, ni siquiera, un aprendiz de jurista y todo esto me
suena a cosa rara. Ignoro si un juez español está capacitado
jurídicamente para investigar asuntos de otros países
existiendo, como existen, Tribunales Internacionales que
son, creo yo, los únicos competentes sobre este asunto.
Otra cosa que ronda por mi mente es la cuestión económica:
¿con qué medios económicos afrontará este asunto? No veo los
beneficios que espera conseguir, nuestro juez, si utiliza el
Tesoro público para gestionar pleitos ajenos a nuestro país.
¿Las asociaciones de Derechos Humanos sufragan el posible
alto coste de esa operación? Eso sin contar con la mala
leche que le va a producir al vecino, que lo considerará
como una injerencia, y las posibles consecuencias
internacionales de la acción que pretende hacer. Ahí tenemos
recientemente el caso de Pinocho, digo Pinochet.
El Gobierno español, sea el que sea, tiene un arduo sudoku
que resolver con ésta salida jurídica. Si apoya sin ambages
a los sahaurís en sus reclamaciones de cualquier índole,
aparte de las de independencia respecto al país vecino…se
meterá en tal lío político interno que la olla se irá por
peteneras, y eso sin contar con las risas del respetable
público internacional.
Si al fin y al cabo, merced a esas diligencias previas,
encuentra destellos de culpabilidad en cualquiera de los
investigados… ¿dónde los juzgará? ¿los secuestrará para
poder juzgarlos en España? No creo que los presuntos
sospechosos vengan, por su propia voluntad, para ser
juzgados en un país extraño… y Ceuta en medio.
En mi humilde parecer, opino que Baltasar Garzón podría
despojarse de su toga y, convirtiéndose en un ciudadano
normal, presentar denuncia donde proceda internacionalmente
contra los presuntos reos y que sea el Tribunal realmente
competente el que los juzgue.
De todas formas, el precedente de los Estados Unidos acerca
de la inmunidad de sus ciudadanos ante cualquier tribunal
que no sea el de ellos mismos, servirá para polemizar ésta
decisión jurídica del juez español metido en el papel de
defensor del Bien internacional y no se decida a investigar
las miles de muertes de gente inocente, que todavía sigue, a
manos de esos mismos que se declaran inmunes a todo.
Soberbia tenemos. Digo esto último porque no es un secreto
que los norteamericanos participaron, solapadamente, en el
lío del Sahara español. La mano de la omnipresente CIA se
notaba demasiado en la gente a la que ahora trata de
investigar.
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