Cada vez que paso frente a la
Ciudad Autónoma, no puedo por menos, aunque sea un día de
lluvia, pararme ante la estatua de Sánchez Prados.
Es cierto que yo no lo conocí, posiblemente cuando él murió
yo no había nacido, pero son tantas las cosas buenas que he
oído en torno a él que, ya ese recuerdo general que Ceuta le
tiene me hace deudor de, cuando menos, una parada a su lado
para ver la representación de un hombre bueno, de un hombre
cabal, de un profesional íntegro y de un político honrado.
Y mucho parece que fue lo que hizo, mucho bueno tiene que
haber sido, cuando en una población tan variada como la de
Ceuta no haya nadie que le tache de algo que hiciera fuera
de la ley.
Pues bien, Sánchez Prados, con su personalidad, con sus
ideas y con su leal actuación un día fue fusilado. Volvemos
a la barbarie de una guerra, pero claro, Sánchez Prados no
pertenecía a la iglesia oficialista, él no estaba al lado de
los obispos como Anselmo Polanco, obispo de Teruel o Santos
Moro Briz, obispo de Ávila, que siendo yo niño me confirmó.
Sánchez Prados iba por otra parte y como ya hemos dicho en
varias ocasiones, los que morían a manos de los
“revolucionarios” tenían que constar como “asesinados”. Si
la muerte venía por una “orden de la autoridad militar”, la
palabra exacta era “fusilado”, e incluso esta palabra no se
usaba siempre al haber ciertos eufemismos como: “accidente
relacionado con la guerra”, “herida por arma de fuego”.
Un accidente relacionado con la guerra, pues, “debió” ser la
causa de la muerte de Sánchez Prados.
Pues bien, al llegar a este punto la primera pregunta que se
me ocurre es ¿No había contraído méritos más que suficientes
el Dr. Sánchez Prados para haber sido uno de los que han
conformado ese “lote” de últimos beatificados?. ¿Es que los
de religión oficialista son los que tienen la vara de medir
para valorar los méritos de los hombres, según su capricho y
sus puntos de vista?.
Me parece una aberración que, si hay beatificaciones, no
entre también entre ellas alguien que cumplió y superó con
creces sus limitaciones en la entrega a los demás.
Yo que he nacido en el seno de una familia católica, en una
zona de España en la que el catolicismo no se discute, no
puedo admitir que sea el capricho político, a veces
disfrazado, que es peor, el que haga y deshaga quienes son
los elegidos para “sentarse a la derecha de Dios”. ¿ Por qué
no también los otros?. Y no me vale eso que hace unos días
me decía alguien que escribe y cree saber del Cielo más que
el propio San Pedro, en el sentido de que Sánchez Prados se
había declarado ateo.
Una inconsecuencia el juzgar desde la tierra los valores que
entrañan el sí o el no ser rechazados por la divinidad.
¿Acaso vale más ir todos los día a misa y a comulgar que
atender a los enfermos, socorrer a esos enfermos necesitados
y ser un profesional íntegro?. Si eso lo aceptara así, sin
más, la divinidad estaríamos rayando en la locura o en el
sin sentido.
Antes de terminar, y aunque él no lo hubiera querido, tengo
que decir otra vez, que es lamentable el número de
beatificaciones, todas posiblemente merecidas, pero que
otros que pasaron por el mundo y cumplieron de verdad, sean
ignorados por la iglesia que se considera y es universal.
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