Está la depresión “el mal oscuro
del alma”, que según las estadísticas, uno de cada diez
españoles, padecerá, al menos una vez a lo largo de su vida.
Oscuridad también en las diversas patologías que saturan las
consultas de Salud Mental, hasta el punto de que, la Junta
de Andalucía, ha tenido que lanzar una especie de campaña,
entre feroz y buenista, para que dejen de discriminar a las
desdichadas criaturas que, por jodiendas del destino, nos
vemos abocadas a pedir ayuda a un psiquiatra.
En otros países más civilizados y culturizados, es normal
tener a un galeno de cabecera que ejerza la psiquiatría,
hacer terapia y seguir los consejos del médico al que,
muchos, en esta piel de toro, a veces tan tosca, siguen
llamando “loquero”. Es la leyenda negra de las insanías
mentales y el estigma medieval que empapaba al “poseído”,
cuando ya desde hace siglos se determinó que, los males del
cerebro tienen infinitos matices y otras tantas curas.
Porque, les digo y les cuento, desde la humilde experiencia
de haber dedicado años de mi vida a hincar los codos sobre
textos, a la par farragosos e interesantes que me alargaba,
magnánimo, mi loquero particular, que se llama Antonio
Cerezo, les confirmo que no existe ciencia más apasionante
que aquella que escarba en el mundo mágico de los circuitos
cerebrales, la neurología es, más que ciencia, religión y te
preguntas si es en el hipotálamo donde se encuentra
encerrada el alma. ¿O es el alma un ali oli de
neurotransmisores funcionando por libre?. Una belleza las
endorfinas, un enigma la serotonina, un campo de
investigación apasionado el de los mecanismos de la
melatonina. ¡Ay! ¡Quien se hubiera educado en colegios de
pagos con buenos maestros de matemáticas! Para entrar en
medicina me faltó nivel de ciencias y además, mi progenitor,
tenía en los cojones el que “toda” su prole estuviera
integrada por abogados, por lo que descartaba pagar estudios
de otro tipo. Así que quedé en leguleyo y lo poco que lamo
de males oscuros es a fuerza de quemarme las pestañas sobre
libracos y luego preguntar, indagar e incordiar a cuanto
especialista en Salud Mental se me pone a tiro.
Porque sé y siento la terrible soledad de la demencia en los
pacientes de ese sanatorio cercano a mi casa, a quienes
sueltan a pasear, borrachos de antipsicóticos, flotando en
un mundo al que no logramos acceder. Esquizofrenia, brotes
psicóticos, trastornos obsesivo compulsivos, depresiones
endógenas o exógenas, neuropatías, neurosis, demencia senil
y el aterrador Alzheimer, ese mal que mata en vida, tanto al
enfermo como a quienes le rodean. Ejemplos cercanos el de
Adolfo Suárez, caído en un estado de demencia que conmovió a
todo el país. ¿Por qué? ¿Fue el shock de la muerte de
Amparo, la esposa, el que desencadenó el descalabro
neuronal? ¿Se puede enloquecer de dolor?. Sí. Sí se puede.
Está probado que se puede, sobre todo en ante la tragedia
más horrible y contraria a las leyes de la naturaleza que
existe: que unos padres sobrevivan a un hijo. Es la demencia
negra del duelo, tres años, según los científicos, de
oscuridad total y luego, finaliza la negación y la vida es
más fuerte que la muerte. Pero en el Alzheimer, cuyos
síntomas conocemos, existe el componente terrorífico de que,
la víctima, identifica el mal y sabe lo que le espera. Es el
caso del político Maragall, me pregunto ¿Qué agonía se puede
llegar a experimentar cuando se es consciente de que, la
pérdida de la cordura es progresiva e inminente?. Me revelo.
Me sublevo. Me llevan los demonios. Porque mentes
maravillosas de científicos hay de sobra como para dejarse
el pellejo investigando, pero, los gobernantes, prefieren
gastarse los dineros en guerras inútiles y en hacer ricos a
los sátrapas o a los dictadorzuelos de los países
tercermundistas. El caso es despilfarrar. Y no lo digo
porque haya leído que, en pobre, el alcalde de Málaga,
quiere destrozar un millón de euros de los malagueños en
comprar una escultura de Picasso, para que le hagan la foto
con la escultura y con los herederos del pintor y darse
pisto. Un millón es una mierda, lo sé, pero puñadito de
aquí, puñadito de allí, los dineros desbaratados y nuestros
investigadores comiéndose los mocos, cuando todos sabemos
que, la cura de los males oscuros surgirán de las mentes
llenas de luz de los jóvenes científicos. Tíos ¡Que asco de
todo!.
|