Acabo de regresar a Ceuta, tras dos semanas de tortura
aséptica y sistemática mantenida por el Servicio de Salud
catalán. Regreso sano y salvo, con más ganas que antes de
ensuciar cuartillas y dar quebraderos de cabeza a quién
corresponda, que es a nadie. Para tranquilidad de quienes me
quieren y desespero de quienes me odian, os diré que no
tengo nada. Estoy sano, vivito y coleando. Bueno, “coleando”
no lo sé porque la edad pesa lo suyo. Además no tengo cola.
Cuando menos “colita”.
Nada más poner el pie en el ”cuartel” me topo con dirigentes
de Juventudes Socialistas de Ceuta en un bar de la ciudad.
Mantenemos unas palabras sin trasfondo, digo sin trasfondo
porque en realidad más se parecía a un diálogo de besugos
sordos que a otra cosa. La dirigente socialista, que no es
de la rosa, tiene una especial manera de interrumpir las
conversaciones con peregrinos cambios de rumbo… encima se
las da de saber todo. Nulo punto le otorgo como política. No
sabe escuchar (en verdad es que no quiere escuchar) e
interrumpe al que habla con el sonsonete: “… ya lo sé, ya lo
sé” cuando la verdad es que no sabe ni que la pipa procede
del girasol. Ni que la nicotina proviene del embajador
portugués del rey Francisco II, Juan Nicot.
Cambiando de vía (hoy en día está de moda las vías a causa
de las chapuzas de ADIF y compañía), es la primera vez que
estoy totalmente de acuerdo con alguien de la alta esfera de
la Iglesia católica
El obispo de Sigüenza, que no tiene absolutamente nada de
sinvergüenza, ha saltado al ruedo de las noticias con su
declaración sobre la injusticia histórica y defiende la
memoria de las víctimas de Franco.
En recuerdo a sus largos años como capellán de los españoles
que emigraron a Alemania, y aprovechando que tiene amigos en
su pueblo natal, se abrió a fondo para declarar que los
padres de esos amigos fueron ejecutados por el “bando
nacional” y que lucharon los indecible para que los restos
de sus progenitores fueran enterrados decentemente. Estaban
en una fosa común.
Por lo visto, esta bastante picado sobre la beatificación de
498 mártires de la guerra civil y se cabreó (dispensen,
ignoro si los obispos se cabrean) advirtiendo que antes y
después de la guerra también hubo mártires en el otro lado.
Menos mal que confiesa que, hasta ahora, la historia fue
redactada de manera bastante parcial por los vencedores de
la contienda fraticida… aunque trató de explicar la postura
de la Iglesia católica entonces. Le resultaba difícil
condenar al franquismo en bloque porque, según declaró, “una
cosa es la persona de Franco y sus adláteres y otra condenar
todo. Fue una época que duró cuarenta años y que tuvo
maldades, pero también bondades”. ¿En qué quedó? En nada.
Sólo no estoy de acuerdo con el obispo en su diatriba sobre
el matrimonio, el aborto y la educación…
Mientras tanto Rajoy tantea a los de la izquierda con cantos
de sirena barbuda, lo que demuestra que toca el arpa
malamente. Eso de decir que quiere un amplio consenso para
gobernar sólo puede obtenerlo con los partidos que salgan en
las urnas… tan iluso es que cree que los socialistas de toda
la vida, los comunistas vestidos de verde, de aquellos
trabajadores a los que niega el poder adquisitivo real…le
van a votar ciegamente. Todo sea para ocupar La Moncloa,
pero se topa con la veteranía de los españoles, Ceuta
aparte, que saben a éstas horas de qué pie cojea (aunque la
verdad es que no cojea físicamente, que yo sepa, de
ninguno). Está echando mano a toda “La Ilíada” por si alguno
pica. Debería estar en el programa televisivo de las noches
de los martes. Como no ponga un Polifemo lo veo difícil que
se aúpe en la poltrona monclovita y duerma en la cama, con
dosel, intocada. ¡Ah!, por cierto… ¿es casado o soltero?
Esto lo ignoro porque no he indagado aún en su biografía
porque mucho temo encontrarme un rollo sintético de la
perfección.
De tanto saber sobre los soporíferos plenos que celebra la
Asamblea de nuestra ciudad, me ha pillado desprevenido
(bueno, estaba en Madrid) la trifulca del último. ¡Lo que me
he perdido!... es la primera vez que veo a Juan Vivas
retratado con una cara que da miedo. Sus cejas enarcadas le
dan un aire, pese a las gafas, de Mefistófeles inigualable.
Espero que haga una repetición en el próximo pleno. Me
encantan las notas discordantes de una sinfonía monótona.
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